Manuel A. Navarro W. Eduardo Fernández P. Eduardo Fernández A. Alejandro Rueda M. Agustín Pérez Reynoso Aída María Holguín B.
“El mando debe
ser un anexo de la ejemplaridad.” José Ortega
y Gasset (1883 – 1955 )
Erna Solberg es una brillante mujer, socióloga, economista y politóloga de la Universidad de Bergen en Noruega, reelegida en 2017 como primera ministra de su país. De gesto adusto, palabra mesurada, pero sujeta a un ágil análisis de reflexión, ha luchado afanosamente frente a la pandemia del Covid con una serie de medidas restrictivas logrando una de las 5 tasas más bajas de letalidad. Su estrategia sanitaria de pruebas y más pruebas le ahorró millones de coronas noruegas por gastos hospitalarios a su reconocido Fondo Soberano (el mayor del mundo), pero sobre todo evitó cientos de muertes por la pandemia, ganando elogios de la OMS y de la Unión Europea. Su respaldo económico al sector industrial, naviero, comercial y turístico fue sencillamente mayúsculo a pesar de cerrar parcialmente el aeropuerto internacional de Gardenmoen en Oslo.
Erna personalmente conduce las reuniones del programa de salud anticovid exigiendo a sus colaboradores cada vez mayor entrega, siendo algunos de ellos removidos por falta de resultados exitosos, pero además seguir sosteniendo ese prestigio del pueblo noruego en el orbe donde Naciones Unidas lo ha declarado el país mejor para vivir por tener el más alto IDH (Índice de Desarrollo Humano) del planeta en materia de salud, educación, ingreso, seguridad, etc.).
Con todo ello podemos imaginarnos de qué molde educativo y de férrea disciplina está formada esta mujer. Sin embargo, en pasados días su familia por motivo de su cumpleaños se empeñó en festejarla en un restaurante de la ciudad de Oslo, apartando para ello un salón que por motivo de la pandemia únicamente podían asistir 10 invitados para atender la instrucción de sana distancia. Al estar disfrutando la familiar velada se acercaron al festejo 5 familiares adicionales para sumar 15 invitados. Casi al concluir el convivio se presentó en el sitio un inspector de salud, notificándole al administrador del restaurante una infracción por violación a las disposiciones de salud, dirigiéndose también a la primera ministra para notificarle que se había hecho acreedora de una sanción de 1,200 euros.
En forma responsable, Erna admitió su falla en ese momento aceptando la infracción sin comentario alguno. Al día siguiente ella misma convocó a los medios de comunicación más importantes de Noruega, para reconocer su falta de congruencia y pedir al país entero una sentida disculpa por violar las disposiciones que ella misma había impulsado para evitar el Covid.
En similitud de ello tenemos un presidente que, lejos de poner el ejemplo, no utiliza cubrebocas, acude a giras donde encuentra tumultos festinados por él, hasta llegando a mordisquear a una pequeñita en la mejilla. A decir de Gatell: “La fuerza del presidente es moral, no es una fuerza de contagio”, “tampoco tendría ninguna lógica científica saber si está o no infectado”. O las propias del presidente: “La pandemia nos cayó como anillo al dedo”. Enseñar estampitas religiosas o pedir a la población no dejar de salir a la calle, etc. Lo cierto es que en enero pasado el presidente Obrador estando contagiado asistió sin cubrebocas a siete eventos antes de resguardarse en Palacio Nacional, su domicilio. Luego su actitud cambió un poco, pero se ha negado a utilizar cubrebocas, lo cual es contrario a su reconocimiento del nivel de salud de los países nórdicos y en el mismo sentido estaría obligado “en consecuencia” a imitar a Erna Solberg y pedir disculpas a los mexicanos. Lo vemos demasiado difícil, como los dioses a los mortales.