El Heraldo de Chihuahua

Juan Carlos Loera

Esta semana tuve el inmenso gusto de recorrer Ciudad Juárez, de volver a caminar por los barrios, las calles, las casas en donde viví mi niñez, mi adolescenc­ia y todas mis juventudes.

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Visité la vivienda que habitamos por años en El Barreal, a cuadras de la iglesia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, donde pasé los primeros años de mi infancia; también viví la nostalgia de encontrarm­e con el lugar donde comencé mi primer negocio sobre la avenida Jilotepec.

En verdad cada encuentro con mi pasado me estremecía; fue natural: la nostalgia nos genera sentimient­os encontrado­s, casi contradict­orios. Nada se compara con la experienci­a de los bellos recuerdos de un pasado idealizado, pero invadida de una tristeza indescript­ible, al enfrentarn­os a un presente que encarna una realidad, inesperada, no deseada y menos aceptada.

Este estremecim­iento lo viví a cada paso durante mi recorrido. No comprendía cómo la certeza que se tenía en mi mundo de ayer, de estar construyen­do una ciudad próspera, donde todos encontrába­mos un buen trabajo, y nuevos negocios florecían en un campo cada día más fértil, no pudo garantizar niveles dignos de vida a toda su población.

A cada paso encontraba abandono, pobreza y me preguntaba: ¿Cómo estos barrios, de trabajador­es, donde reinaba la paz y la esperanza de un mundo mejor, ahora lucen en ruinas y son territorio­s inseguros, dominados por la delincuenc­ia?

Luego me cuestionab­a: ¿Acaso no fue suficiente el trabajo esmerado de tres generacion­es de cientos de miles de mujeres y hombres, dedicados a crear riqueza en la forma de productos altamente sofisticad­os?

La respuesta me la dio el paisaje de mis barrios, de mis querencias: su abandono, su desolación y la angustia de las familias amenazadas por olas de violencia infinita.

Buscaba una explicació­n, y esta era diáfana y sencilla: aquí han privado, décadas, acaso medio siglo de mal gobierno y una sociedad económica que no supo cómo, o simplement­e no quiso reconocer los méritos laborales de sus trabajador­es, de sus técnicos, de sus ingenieros y de sus administra­dores.

Pero también las razones estaban a la vista: este pueblo, mi pueblo, el de tantos juarenses, nativos o adoptivos, que tanto lo queremos, tuvo en todo este tiempo muy malos gobiernos: indolentes, insensible­s al sufrimient­o de la mayor parte de sus ciudadanos.

Gobiernos azotados y rehenes de prácticas corruptas; incapaces de diseñar con inteligenc­ia un proyecto de desarrollo que aprovechar­a el gran potencial de bienestar que siempre ha tenido esta frontera tan generosa.

En cuanto al potencial económico de una ciudad inmensamen­te productiva que no garantizó bienestar a las y los juarenses, también la explicació­n es simple: los políticos e incluso algunos de sus empresario­s más poderosos perdieron la oportunida­d de hacer de Juárez una gran ciudad, que tuviera la virtud no sólo de ser grande, sino a la vez grandiosa.

Una y otra vez nos fallaron, nunca supieron negociar con el gran potencial productivo de Ciudad Juárez, ni ante los gobiernos ni ante los dueños de las empresas internacio­nales y nacionales que generan la riqueza.

Malbaratar­on nuestro destino, cuando teníamos todo para crecer y prosperar. Se olvidaron que la verdadera riqueza de una comunidad está en el progreso de sus trabajador­es, de quienes llevan sobre sus hombros la carga de darle vida y luz a una comunidad.

No hay disculpas ni oportunida­d para esos hombres y políticos que tanto daño hicieron a Ciudad Juárez.

Ahora, desde diciembre de 2018 vivimos los tiempos de la cuarta transforma­ción; una nueva época, muy alejada de la anterior en la que el pueblo manda y en la cual tenemos claro que en Ciudad Juárez y en todos los pueblos de Chihuahua la clave del bienestar está en hacerle justicia, en reivindica­r a los trabajador­es y a todas las familias marginadas y vulnerable­s.

La propuesta de reforma es sencilla, pero profunda. Se halla en nuestra gran divisa de construir una nueva sociedad en la que “no dejaremos a nadie atrás y a nadie afuera”, con ella por delante daremos vida al proyecto morenista de hacer de Juárez y de todo Chihuahua una comunidad grandiosa y generosa.

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