El Heraldo de Chihuahua

México: Un alma dividida

- agusperezr@hotmail.com

El alma de México está dividida, producto de grandes procesos espiritual­es que aún no están concluidos, pero que los políticos se encuentran imposibili­tados de manejar, y en ausencia de este conocimien­to buscan recurrir a viejas fórmulas que inspiren confianza en la población.

La población tampoco está exenta de esta angustia ante la falta de opciones para controlar la incertidum­bre económica y, en último grado, política, que la pandemia ha generado. Estos procesos cada vez han sido más evidentes: tecnológic­o, inmunidad económica, el deterioro de la autoridad y el terror.

El incremento de las compras en línea ha mostrado el poder de la tecnología, así como la incapacida­d de que la economía, en general, pueda adoptarla como producto de una desigual e inequitati­va cultura de negocios, gran parte, como consecuenc­ia del rezago educativo en amplios sectores del país; la aparición de sectores industrial­es económicam­ente inmunes que siguen trabajando a pesar de las restriccio­nes para congregars­e, frente a otros que no lo han sido, como los restaurant­es; la corrupción del principio de autoridad política, desde un total escepticis­mo, a su aceptación ciega.

Finalmente, la progresiva extensión del terror en una sociedad que se siente indefensa, definido como el miedo al no tener alternativ­as que anulen la incertidum­bre general. Cada uno de estos elementos ha aislado el alma de la sociedad mexicana, reflejado en una pérdida de sustento colectivo; del sano equilibrio producido por la existencia común, la certidumbr­e pública y la voluntad general. Este aislamient­o es la mismísima definición de su infelicida­d, lo que da rienda suelta a un furioso y nuevo surgir de fuerzas, producto del quebrantam­iento de un sistema que era estable.

La filosofía del actual gobierno federal no es capaz de crear, en poco tiempo, nuevos lazos colectivos con sus progresos aparentes en forma caótica y en líneas divergente­s, lo que sólo puede conducir al desastre. El alma no puede andar en el vacío, de ahí que los voceros del gobierno nos sorprendan con sus extravagan­cias. Como diría Hilaire Belloc, si al alma se le quita la vista andará a tientas. Si no puede entender lo que percibe con todos los sentidos, comprender­á lo que percibe con uno solo. Por esa razón, la disolución del lazo colectivo sólo puede conducir a nuevos ídolos.

Algunos ídolos pueden ser valiosos, otros, no; pero ninguno es permanente. Uno de los más elevados y duraderos es el patriotism­o, aunque también puede ser la creación de una especie de nuevo dios, sediento de sangre; un ritual nuevo cada mañana; la adhesión irracional a un libro impreso determinad­o; o concepcion­es sucesivas de que el gobierno lo arreglará todo, y más tarde, que cada quien es libre de actuar como le parezca frente a la pandemia, como si un alma sin sustento se debatiera entre ahogarse en la pesadilla, en un estrecho encierro, o se disuelva en el vacío.

Esta falta de apoyo para el alma, que no puede reposar en la anarquía, dará paso a nuevas tentativas para formar religiones extrañas. Esperemos que el experiment­o del presidente Andrés Manuel López Obrador concluya antes de que se extiendan esas nuevas enfermedad­es.

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