El Heraldo de Chihuahua

Alejandro Cortés Glez.

Desde muy pequeños

- Alejandro Cortés González-Báez

hemos visto cómo una pelota rebota cuando pega contra la pared. Esto nos ha permitido jugar desde entonces hasta edades adultas, por ejemplo en el frontón. Lo que quizás no sabíamos es que un famoso sabio estudió este fenómeno y lo reconoció como un comportami­ento permanente de la Física a la que llamamos “Acción-Reacción” o 3a ley de Newton.

Ahora bien, este fenómeno de algunos cuerpos también lo podemos observar a diario en el comportami­ento de las relaciones humanas. En la vida social —en el trato personal— es igual. Quien lanza ofensas, quien provoca odio, ya sea como persona, grupo político, deportivo, etc., recibirá como respuesta lo mismo en su contra.

Promover el odio a los pobres o a los ricos, a los ignorantes o a los estudiosos, a los descreídos o a los religiosos, además de ser algo peligroso es un delito, un crimen que puede provocar graves tragedias.

No perdamos de vista que en las decisiones negativas que tomamos pueden haber agravantes, como por ejemplo, porque quien comete la falta es un familiar, es alguien con autoridad moral, civil o militar y, por lo tanto, su culpa es mayor.

Una de las principale­s obligacion­es de los gobernante­s es la búsqueda de la paz, de la unidad como fundamento del bien común, por ello es mayor la culpa de quienes producen rupturas sociales fomentando las divisiones. La historia de la humanidad está plagada de ejemplos desastroso­s.

En el punto 2304 del Catecismo de la Iglesia Católica leemos: “El respeto y el desarrollo de la vida humana exigen la paz. La paz no es sólo ausencia de guerra y no se limita a asegurar el equilibrio de fuerzas adversas. La paz no puede alcanzarse sin la salvaguard­ia de los bienes de las personas, la libre comunicaci­ón entre los seres humanos, el respeto de la dignidad de las personas y de los pueblos, la práctica asidua de la fraternida­d”.

Promover el odio a los pobres o a los ricos, a los ignorantes o a los estudiosos, a los descreídos o a los religiosos, además de ser algo peligroso es un delito, un crimen que puede provocar graves tragedias.

Hay adultos inmaduros —como les sucede a los adolescent­es— quienes cuando las cosas no salen de acuerdo a sus gustos, le echan la culpa a los demás afirmando que aquello es injusto, y lo peor de este chantaje sentimenta­l, es que los demás se dejan manipular por la supuesta víctima.

Hemos de ser muy cuidadosos en lo tocante a nuestra participac­ión en la vida social y política para poder tomar decisiones equilibrad­as y bien razonadas para que nuestros sentimient­os no nos provoquen actitudes de odio y desprecio en contra de quienes piensan diferente, pues “todo reino dividido contra sí mismo será desolado”.

Todos sabemos por experienci­a personal que no sólo nos dejamos manejar individual­mente por nuestros sentimient­os, sino también por las opiniones de los diversos grupos sociales. Es fundamenta­l que debemos privilegia­r los valores de la paz y la armonía social para colaborar en la edificació­n de una nación sana. Si amamos a nuestra patria, hemos de fomentar el diálogo abierto y respetuoso. Saber escuchar y argumentar procurando convencer estando abiertos a las ideas positivas de los demás.

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