¿El mal noviazgo está destinado al fracaso?
Caminar juntos invita a madurar y vivir en plenitud en busca del bien para las dos partes, mujer y hombre
La decisión de una pareja de unirse para toda la vida por medio del sacramento del matrimonio -explicaba el papa Francisco en una catequesis del 2015- no se improvisa ni se toma de un día para otro. Es necesario que el hombre y la mujer caminen juntos y que su relación madure paso a paso durante el noviazgo. Esta etapa de preparación es fundamental para que las parejas vivan plenamente y a cada momento su vocación matrimonial.
El noviazgo es un tiempo de conocer a la persona que decimos amar, que llena todas nuestras expectativas, con la que nos sentimos alegres, con quien deseamos compartir toda nuestra vida; tiempo de poner en una balanza los valores que compartimos, para saber si coinciden con nuestra escala de valores.
Un buen noviazgo es fundamental para un matrimonio duradero, un mal noviazgo puede ser presagio o el inicio de lo que llega a ser un fracaso matrimonial.
Llegar al matrimonio creyendo que vamos a cambiar a nuestro novio es un error que suele provocar el divorcio. Pensar que una vez que nuestro novio(a) se case con nosotros dejará de ver a ciertos familiares o amigos que no comparten ciertos valores nuestros, es señal de un mal inicio.
Resulta esencial tomarse el noviazgo muy en serio y trabajar en la comunicación, pues contraer matrimonio no solucionará los problemas previos.
Llegar sin hablar de nuestras deudas o de cuánto ganamos en nuestro trabajo es señal del egoísmo con el que llegaremos al matrimonio; no hablar de nuestras diferencias para llegar a acuerdos es señal de creer que siempre estaremos de acuerdo en todo, y no va a pasar así.
La persona que elegimos nació con una dignidad que no nos corresponde dañar y que su corazón -donde está guardada su esencia- es suelo sagrado, pues es obra de Dios y fue hecho a su imagen y semejanza.
Los novios deben ser conscientes de que en el matrimonio no todo es alegría, también hay momentos difíciles, de desilusión, de tristeza, que sólo pueden afrontarse con fe, amor y comprensión mutua.
Hay que tomar la decisión de amar desde que amanece hasta que anochece y eso no es fácil, por ello no es un compromiso a la ligera. (Desde la fe)