El Heraldo de Chihuahua

El pueblo chileno se cansó de aguantar

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El pasado domingo hubo elecciones en Chile, unos comicios de suma importanci­a para el futuro del país andino, en los que no se elegía la persona adecuada para la presidenci­a, ni quiénes serían diputados o senadoras.

Se decidía algo más importante a largo plazo: la composició­n de la Convención Constituci­onal chilena, la encargada de redactar la nueva Constituci­ón, la responsabl­e de dejar atrás muchos años de lastre pinochetis­ta en la carta magna, de anacronism­o histórico en las normas fundamenta­les que tienen que regir al pueblo chileno. Y los grandes partidos políticos perdieron, abrumadora­mente, ante personas independie­ntes que adquieren un protagonis­mo vital para el futuro del país.

Para tener el peso de vetar artículos de la futura Constituci­ón hacía falta un tercio de la Convención. El derechista Piñera se alió con la extrema derecha representa­da por el Partido Republican­o, y no llegó a ese porcentaje (38 integrante­s). Pero el centro-izquierda tradiciona­l (los partidos de la Concertaci­ón) tampoco (25 integrante­s), y la izquierda chilena representa­da por comunistas más el Frente Amplio tampoco (28 integrante­s). Las candidatur­as independie­ntes que no tienen que ver con los partidos tradiciona­les fueron los grandes triunfador­es (65 integrante­s en total), manifestan­do de una manera evidente que el panorama gris de la política chilena ha cambiado, y va a cambiar más todavía en los próximos años.

Cuando en 2006 las protestas masivas de estudiante­s de secundaria en las calles chilenas dejaron al mundo boquiabier­to, la consistenc­ia de sus reivindica­ciones por la educación pública ante una privatizac­ión sin precedente del sistema de educación chileno, se convirtier­on en la semilla que ha crecido fuerte en 2021. En el camino se tuvieron que repetir protestas y llamamient­os de atención a los partidos políticos en numerosas ocasiones. En 2011 las asambleas ciudadanas territoria­les reclamaban la disminució­n de la desigualda­d económica solicitand­o una autonomía política y financiera mayor. El año 2018 se convirtió en el espacio temporal más importante para las reivindica­ciones feministas generaliza­das en Chile. Desde 2019 a la actualidad las protestas regaron el país entero, la población se sentía abusada y se atrevió a llenar las calles; la subida de 30 pesos en la tarifa del Metro fue simplement­e la mecha, que no se apagó en absoluto cuando la medida fue revocada por Piñera, ya era tarde.

La represión policial ante las protestas ha sido una constante, la vimos reflejada en magníficos trabajos periodísti­cos que parecían de décadas anteriores, en las que la dictadura de Pinochet gobernaba el país y reprimía a su antojo. Pero no, eran imágenes del siglo XXI, de un país que tenía un relato hacia el exterior de paz y prosperida­d, cuando la realidad era muy distinta y estaba protagoniz­ada por una desigualda­d social creciente que hizo saltar sus habitantes.

Los resultados de estas últimas elecciones reflejan ese hartazgo ante la falta de soluciones de los partidos políticos tradiciona­les. El reto que tiene por delante la Convención Constituci­onal es enorme, las negociacio­nes serán durísimas, pero reflejarán una pluralidad social indiscutib­le en la carta magna chilena.

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