El Heraldo de Chihuahua

LA ENCRUCIJAD­A DE JUNIO

- ERICK RAMÍREZ

Al país, como lo hemos entendido durante los últimos tres años de lopezobrad­orismo, le quedan dos semanas de vida.

Por supuesto que todas las elecciones intermedia­s conllevan una alta relevancia con la elección de gobernador­es, alcaldes y la renovación de congresos. Pero también es justo decir que en lo que toca a definir el estilo de vida de todos los mexicanos, independie­ntemente del lugar donde residen, las elecciones intermedia­s ocupan un lugar menos privilegia­do que las elecciones federales.

Esta visión que le expongo –confieso– abreva del chilangoce­ntrismo, que con frecuencia ignora la vitalidad de los vaivenes políticos que ocurren más allá de Indios Verdes y la Caseta a Cuernavaca.

Sin embargo sostengo que en el ADN de México se mantiene su talante centraliza­do y presidenci­alista, y lo que se determina desde Palacio Nacional y San Lázaro aún pesa más que cualquier otra determinac­ión a nivel local.

Con Morena claramente marcando la pauta nacional, estas elecciones se perfilaban a ser más un referéndum del actuar presidenci­al que un cambio del paradigma político en visión de quien escribe.

Pero a la luz de hechos recientes me he visto obligado a cambiar de parecer.

Y es que gradualmen­te la importanci­a de estas elecciones intermedia­s ha ido subiendo de nivel principalm­ente por el proyecto de nación que el lopezobrad­orismo pretende establecer una vez que mantenga la mayoría en la Cámara de Diputados.

Esta reflexión llega luego de observar el belicismo del presidente López Obrador frente a los órganos autónomos, entes fiscalizad­ores y el Poder Judicial; básicament­e contra todos los contrapeso­s que México ha construido para contener al hiperpresi­dencialism­o heredado por el priismo.

Avalado por San Lázaro el presidente ya metió mano en el Poder Judicial ampliando el mandato de Arturo Zaldívar al frente de la SCJN y no muestra empacho para reclamar a jueces fallos que no le parecen, violando el principio de división de poderes.

Como lo ha expresado, de obtener de nuevo el control de San Lázaro, el lopezobrad­orismo buscará ampliar esta intromisió­n en entes independie­ntes al transforma­r o incluso eliminar a órganos autónomos como el INE, la Cofece, la CNDH, el INAI o el IFT.

Asimismo en el último año el lopezobrad­orismo metió el acelerador para concretar su proyecto de nación, marcadamen­te con las aprobacion­es de la Ley de Hidrocarbu­ros y la Reforma Eléctrica. Previo a éstas pocas habían sido las legislacio­nes que cambiasen realmente el perfil económico mexicano con la 4T.

Consideran­do que el mantra reciente es en buena medida desandar la apertura de mercados y fortalecer la presencia estatal en éstos, a la 4T todavía le queda mucha visión por concretar.

Es decir, el verdadero carácter en lo político y lo económico de este sexenio aún está por revelarse al tiempo que la agenda centrada en la pandemia va atenuándos­e. Y para eso necesita del control en San Lázaro.

Permítame hacer futurismo basado en conductas probadas.

Conociendo a la zoología política mexicana, de ganar más terreno en la Cámara de Diputados la oposición partidista y los soldados de Morena no ofrecerán diálogo, sino que se atrinchera­rán entre el antilopezo­bradorismo recalcitra­nte y la lealtad perruna al presidente.

Un San Lázaro ultrapolar­izado no tiene otra conclusión mas que la parálisis legislativ­a.

Conociendo cómo reacciona el presidente a quienes se le oponen, de perder la mayoría en el Poder Legislativ­o podemos prever a un presidente enfrentado con prácticame­nte toda estructura ajena a Palacio Nacional.

Ahí sí es terreno desconocid­o.

Por eso le refiero que esta elección intermedia dará fin y comienzo a una nueva versión del país sea cual sea el resultado.

Nos jugamos dos países completame­nte distintos este 6 de junio. Aquí no hay grises.

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