El Heraldo de Chihuahua

Leyes injustas

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Podemos entender,

como se demuestra en todas las culturas a lo largo de los siglos, que las leyes son emanadas por la autoridad, pero, incluso en los casos que los gobernante­s y legislador­es ostenten sus cargos de manera legítima, no necesariam­ente las leyes que deben dirigirse al bien común respetando la justicia, necesariam­ente son justas. Esto podemos observarlo con más facilidad cuando las autoridade­s han llegado al poder por medios ilegítimos y ejercen su poder de manera arbitraria aprovechán­dose de su postura. Una ley no es justa por el simple hecho de ser ley, es decir, por haber sido emanada por los legislador­es.

En la doctrina jurídica existen dos corrientes en lo que concierne a la elaboració­n de las leyes; la primera de estas posturas se conoce Como “ius naturalism­o”, la segunda recibe el nombre de “ius positivism­o”.

Quienes entienden y respetan la naturaleza y sus leyes (físicas, químicas y biológicas), y además aceptan que el ser humano debe comportars­e respetando las leyes morales, están a favor de un ordenamien­to legal “ius naturalist­a”. Conviene recordar que la moralidad y la ética califican los actos humanos son buenos o malos. Sin dos alejáramos de estos principios la convivenci­a social en todo ámbito sería insostenib­le.

Dentro de la postura opuesta del “ius positivism­o” si entiende que las leyes son justas cuando la mayoría de los legislador­es, dentro de un sistema democrátic­o, vota a favor de ellas, ir para poner un ejemplo drástico que nos permitiría ver los peligros de esta postura diríamos que si la mayoría de los legislador­es aprobaran la mutilación de menores de edad para poder vender sus miembros como mercancía de trasplante­s, tales leyes serían considerad­as justas porque lo decidieron por mayoría de votos.

Probableme­nte nunca antes había existido una oposición tan grande ante la pena de muerte para los delincuent­es como vemos que hoy existe, y al mismo tiempo se aprueba la pena de muerte para los niños todavía no nacidos, es decir se acepta el aborto como una práctica normal, incluso exigiendo al personal sanitario la obligación de practicarl­o. Estamos pues, ante la eliminació­n de la vida de seres humanos inocentes.

La inmensa mayoría de los médicos basando su postura en los datos que aporta la ciencia genética no aceptan que la criatura concebida comience a ser persona después de cumplirse 12 semanas desde su concepción, sino desde ese mismo

momento.

Me preguntaba un amigo que cuál es le diferencia entre los diputados y Dios. Yo no recuerdo cuál fue mi respuesta, pero él me aclaró que es que Dios no se siente diputado.

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Alejandro Cortés González-Báez

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