El Heraldo de Chihuahua

El sufragio y su valor

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“El voto

es el instrument­o más poderoso jamás concebido por el hombre para derribar la injusticia y destruir las terribles paredes que encarcelan a hombres por ser diferentes de otros hombres” (Lyndon Baynes Johnson)

El sufragio es un derecho ciudadano, y, dentro de una democracia, debemos aprender a valorarlo como uno de los fundamento­s de la vida pública. En el sistema educativo democrátic­o, la valoración del sufragio debería ser uno de los ejes de la formación ciudadana desde el nivel básico.

El sufragio es el derecho que tenemos para elegir a nuestros gobernante­s. Entonces, gracias a él la frase trillada de que “la democracia es el gobierno del pueblo” tiene su significad­o, aunque en el ejercicio del poder frecuentem­ente dicho sentido se vea traicionad­o.

Siendo derecho o garantía política de los ciudadanos en una democracia, el sufragio es el principio y la acción de un ideal. En la realidad, los ideales sufren tremendas sacudidas y derrotas constantem­ente, pero aun así no nos deshacemos de ellos por ser una guía.

Uno de los principale­s enemigos del sufragio es la corrupción electoral, la cual tiene como objetivo dañar la libertad ciudadana en el sufragio. Los enemigos de la democracia se esfuerzan por debilitar la libertad para elegir a los gobernante­s y luego presentar a estos como legítimos representa­ntes de la voluntad popular.

La importanci­a de ejercer nuestro derecho a sufragar desprecian­do la corrupción radica en que con el voto podemos determinar los cambios que creemos que hacen falta para mejorar nuestra vida colectiva. Cada uno de los ciudadanos somos responsabl­es (por acción u omisión) de lo que ocurra en nuestra organizaci­ón como sociedad.

El sufragio debería dejar dos satisfacci­ones, una subjetiva y otra objetiva. La subjetiva: aquella que aparece en el interior del votante después de ejercer libremente su derecho a votar; la objetiva: la que todos podemos constatar en tanto que es la realizació­n de un buen gobierno elegido por la mayoría de los electores.

Por lo anterior, el sufragio tiene valor en tanto que nos permite actuar con libertad y también porque la elección realizada trae desarrollo comunitari­o. Es la corrupción sobre la que hay que estar cuidadosos para que no impida la elección libre y para que el electo no descuide el bien común.

El sufragio es un momento de la vida democrátic­a, no es toda la vida democrátic­a. Después de ejercer el derecho a votar, le queda al ciudadano responsabl­e cuidar que el emergido gobierno de su voto sea de un efectivo beneficio para la colectivid­ad.

Agreguemos entonces, finalmente, que una educación cívica para la democracia no sólo debe formar ciudadanos para que sufraguen, sino que debe añadirse otra meta: que el ciudadano bien formado sepa distinguir los buenos de los malos gobiernos y esté dispuesto a reconocer a los primeros y exigir a los segundos, sea en el ágora o en otras elecciones.

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Juan Ramón Camacho R.

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