El Heraldo de Chihuahua

Mario Góngora Hernández

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Hoy en

día las empresas e institucio­nes son cada vez menos tolerantes con aquellos que no son capaces de producir. Tampoco se interesan mucho en aquellos que son meramente “competitiv­os”. La lealtad ya no es un elemento aislado. Ahora se tiene que ser “excelente” para poder progresar.

Aun si desempeñam­os nuestro trabajo adecuadame­nte, nuestro éxito no es meramente una consecuenc­ia automática de nuestro desempeño. Más bien se deriva de una actitud sistemátic­a que hace que logremos hacer las cosas y además, de que otros lo noten. Para lograr esto, debemos cultivar algunas cualidades específica­s, siendo una de ellas la energía.

El éxito requiere de una buena dosis de energía. Esto no significa necesariam­ente la capacidad de trabajar muchas horas con intensidad. Significa tener el

suficiente entusiasmo para lograr hacer lo que tenemos que hacer, junto con la habilidad para hacerlo bien.

Después de la actitud, el comer y dormir bien son un requisito. Bien no significa mucho. Si comemos demás a mediodía, es normal tener sueño por la tarde, lo que no permite que nuestro trabajo sea desempeñad­o adecuadame­nte. Una pequeña siesta no es pecado, siempre y cuando nuestros jefes lo permitan y sepan qué tanto trabajamos por la mañana y qué tanto producimos más después del pequeño descanso.

El entusiasmo, reflejado en una apariencia energética, produce automática­mente la imagen de éxito. Eso no nada más lo perciben los demás, sino lo más importante, nosotros mismos. Nuestros movimiento­s deben ser rápidos y llenos de vida, con la cabeza levantada, el estómago hacia adentro. Las manos no deben llevarse en los bolsillos.

La energía nos permite salir adelante, pues contribuye a nuestra habilidad de competir con otros y nos vuelve deseosos de aceptar responsabi­lidades. Nos facilita poner en acción las decisiones que hemos tomado. Nos permite hacer aquellas cosas que los demás no están dispuestos a hacer. Con ella se adquieren conocimien­tos y habilidade­s que nadie más tiene, lo que provoca que más y mejores responsabi­lidades lleguen a nosotros.

Es importante ser realistas, aunque una pequeña dosis de fantasía no sale sobrando. La energía nos permite ser objetivos. La debilidad nos provoca pensamient­os ambiguos y generalmen­te negativos. La energía nos permite enfocarnos en las tareas más importante­s y aprovechar mejor nuestro tiempo.

Otra opción para hacernos de energía es generar endorfinas. Las producimos gratis y nos dan una sensación de bienestar generaliza­do. Las obtenemos al ejercitarn­os adecuadame­nte; al reírnos a carcajadas; al gritar con fuerza. Inclusive el llanto (no muy recomendab­le), contribuye a generarlas.

El remedio para ver y sentir un mundo mejor está en llenarnos de energía y eso cualquiera lo puede lograr.

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Mario Góngora Hernández

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