El Heraldo de Chihuahua

Catalina Noriega

- Catalina Noriega catalinanq@hotmail.com @catalinanq

Poco pudo lloriquear el tlatoani, después de las elecciones. Le fue mejor de lo que se esperaba. Se hace de los estados del Pacífico, con candidatos de undécima, y de un montón de Congresos locales, a los que les podrá hincar el diente.

Trágico para quienes vivirán bajo la férula de la incompeten­cia y de la absoluta sumisión a las órdenes del Centro. Pero, nadie experiment­a en cabeza ajena y, hasta que no se da el frentazo, no aprende. Lo ejemplar fue el comportami­ento ciudadano. La gente salió a votar convencida del valor de su sufragio, de la posibilida­d de elegir a quien era su voluntad, a pesar del miedo –en tantas regiones hostiles del país- y de las muchas presiones. Demostró el crecimient­o cívico y la fe en el proceso democrátic­o que, aunque tierno y frágil en ciertos sentidos, empieza a germinar.

Fueron miles de personas las que aceptaron participar en las casi 200 mil casillas. Con entrega y dedicación cuidaron las normas elementale­s que hacen de unas elecciones un triunfo social.

Ejemplar, sobre todo, un Instituto Nacional Electoral, al que, el propio AMLO y su pandilla denostaron hasta lo indecible, con agravios como el de Salgado Macedonio, capaz de amenazar hasta al propio Consejero Presidente, Lorenzo Córdova. No lograron doblegar al organismo al que se aplaude en el mundo entero y que ha sido piedra fundamenta­l en la conquista de la libertad para elegir a quien nos gobierne.

Ni las bravuconer­ías del emperador de Palacio ni las de su titerillo, Mario Delgado, consiguier­on alterar la estructura férrea que organizó, en paz y tranquilid­ad, las elecciones más grandes de la historia.

El domingo deja lecciones importante­s. La oposición pudo arrebatarl­e la mayoría de alcaldías capitalina­s, a Morena. Se acabó la corriente que llegó al entonces DF, hace más de dos décadas, bajo las siglas del PRD.

Hay quien lo atribuye a la tragedia del 3 de mayo, del metro. Otros, al desgaste propio de los sucesivos mandatos en manos del mismo partido –aunque cambiara de nombre-.

La realidad es que, la sociedad capitalina es un conglomera­do mucho más politizado.

Lo ejemplar fue el comportami­ento ciudadano. La gente salió a votar convencida del valor de su sufragio, de la posibilida­d de elegir a quien era su voluntad, a pesar del miedo –en tantas regiones hostiles del país- y de las muchas presiones.

Le dio el sufragio al tabasqueño creyendo en que sería un mandatario decidido al verdadero cambio. Al rechazo auténtico a la corrupción, al caudillism­o y a la desigualda­d. Lo único visto es la división del país en dos bandos irreconcil­iables.

Se sopesaron sus graves errores y desvíos. Su machismo incontenib­le –nada por y para las mujeres-, su decisión de liquidar a los órganos autónomos –contrapeso­s-, su ruptura con la División de Poderes, sus obras faraónicas mientras se abandonó la salud, la educación, el desarrollo y la prosperida­d.

Sus ataques a la iniciativa privada y su regreso al pasado en ideología y un paternalis­mo que, en lugar de sacar adelante a los pobres, los ha hundido. Las dádivas no sustituyen a los trabajos remunerado­s ni dan acceso a oportunida­des.

También se le arrebató la mayoría fraudulent­a de la Cámara Baja, aunque le queda la relativa. Cuando menos no podrá modificar la Constituci­ón a su antojo. Viene la hora de la verdad para la Coalición y los partidos que la componen. Habrá que ver si no empieza el chaqueteo, los trueques por platos de lentejas, o de caviar –como a algunos les ofrecen y aceptan-.

La sociedad fue clara en su planteamie­nto y exigencias: queremos contrapeso­s y equilibrio. Esperemos que se entienda el mensaje y se recupere la perdida estabilida­d.

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