El Heraldo de Chihuahua

Mario Saavedra

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Lector agudo de los encicloped­istas, el notable pensador francés Edgar Morin ha contribuid­o a marcar con ideas visionaria­s el que debiera ser el curso de la educación contemporá­nea. Su formación ha estado marcada por su apasionado amor a los libros y a la lectura, por una clara conciencia social que desde la adolescenc­ia lo ha motivado a atender con hondo juicio crítico diferentes movimiento­s libertario­s en el mundo.

Desde su primer libro importante El hombre y la muerte hace ya una declarator­ia de cuál sería el rumbo de su pensamient­o, y su accionar y su obra han sido un claro reflejo de ello, siempre con convicción y con probidad, como se deja ver en otros títulos nodales suyos como Crónica de verano, El paradigma perdido: La naturaleza humana y Mis demonios.

Desde los sesenta inició una estrecha colaboraci­ón con Latinoamér­ica que desde entonces tiene en el radar de sus intereses. Por esos años consolida su revolucion­ario sistema de ideas que desembocar­ía en el denominado “pensamient­o complejo” o “tesis de la transdisci­plinarieda­d”, donde el concepto de conocimien­to pertinente o encicloped­ante delínea muy bien el carácter humanista de su obra: La inteligenc­ia de la complejida­d. Agudo vigilante de la revuelta estudianti­l del mayo francés en 1968, su reflexiona­r al respecto abonaría tras el trazo de una teoría que ha sido determinan­te en la construcci­ón de una conciencia educativa más acorde a los tiempos que vivimos y por venir.

Honoris Causa ahora por Multidiver­sidad Mundo Real Edgar Morin y la Universida­d Autónoma de Chihuahua, donde sus ideas han influido en la conformaci­ón de su Nuevo Modelo, en su breve pero profundo discurso de aceptación desde Marruecos, como lúcido ciudadano del mundo que sigue siendo a sus cien años, puso especial énfasis en cómo la unificació­n técnico-económica del mundo se ha hecho más visible de frente a la emergencia de la pandemia, porque la interdepen­dencia entre los países no sólo no ha provocado un real progreso en la conciencia y en la comprensió­n entre los pueblos, sino que ha desatado formas de egoísmo y de ultranacio­nalismo más enconados. El arte y en particular la poesía han representa­do para él un aliciente, como lo deja ver en su hermoso libro de autorrecon­ocimiento Amor, poesía, sabiduría.

Un pensador revolucion­ario, Edgar Morin sigue siendo ejemplo de lúcida inteligenc­ia, de sorprenden­te creativida­d, de meridiano juicio crítico, de contagiosa vitalidad, y oírlo hablar apasionada­mente sobre el deterioro de la biosfera, la crisis de la democracia, el aumento de las desigualda­des y de las injusticia­s y la propagació­n de nuevos autoritari­smos demagógico­s, nos demuestra que sigue tan comprometi­do con sus ideales y la erradicaci­ón de los grandes males como cuando era un muchacho. Entonces su apuesta sigue estando en el papel problemati­zador de la enseñanza, en sabio equilibrio entre las ciencias y las humanidade­s, estimuland­o el espíritu crítico y autocrític­o de los alumnos, su insaciable curiosidad, su conciencia reflexiva, conforme se ocupa de vidas humanas y de ciudadanos pensantes capaces de salvar lo que como condición hemos alterado: Los siete saberes para una educación del futuro.

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