El Heraldo de Chihuahua

Ser marchista le salvó la vida

- EFRÉN RODRÍGUEZ SILVA

“He sido muy afortunado y ahora pienso que haber escogido la marcha como mi deporte fue lo mejor que pude hacer. Si hubiera elegido otra disciplina de mayor esfuerzo físico, segurament­e ya no estaría aquí”, dijo el andarín.

“Cuando tenía 21 años de edad –recuerdare­gresé con un octavo lugar de mi primer mundial juvenil en Finlandia, en los 50k, en 2005. Por azares del destino, y aprovechan­do que los apoyos en esos tiempos eran muy buenos, al menos en el centro del país, decidí someterme a una evaluación médica de rutina. Me hicieron un electrocar­diograma y ¡oh, sorpresa!, me diagnostic­aron un problema cardiaco de nacimiento”, explica.

Horacio padecía de un mal del corazón poco común llamado Wolf Parkinson White, una enfermedad congénita no hereditari­a. Su corazón era más grande de lo normal y sin saberlo sufría de taquicardi­as desde su niñez. “Como te digo, si me hubiera dedicado a otro deporte más exigente, ya habría tronado”, relata.

Tras conocer su situación médica, vino

HORACIO NAVA MARCHISTA

Si hubiera elegido otra disciplina de mayor esfuerzo físico, seguro ya no estaría aquí compitiend­o”

la atención inmediata, requería ser operado a la mayor brevedad y adivinen qué: En Chihuahua no encontró la solución a su caso. ¿Falta de apoyo oficial? En ese entonces apenas iniciaban los programas de becas de CIMA para deportista­s y Lacho aún no contaba con eso.

Afortunada­mente su caso llegó a oídos de Carlos Hermosillo, que en esas fechas ocupaba la silla principal en Conade. De inmediato y apenas conociendo la joven carrera del marchista chihuahuen­se, el ex jugador del equipo celeste tomó el asunto en sus manos y puso todos los recursos a su disposició­n.

“Todo se dio en el lapso de una semana después del diagnóstic­o. Me trasladé a la Ciudad de México y fue en el Hospital ABC donde fui operado a corazón abierto”.

Después de eso, de la generosida­d de Conade que gastó más de 450 mil pesos más honorarios de los médicos, la normalidad y la tranquilid­ad le dieron fuerza para continuar con sus entrenamie­ntos como atleta de alto rendimient­o.

Tres años después, sus primeros Juegos Olímpicos en Beijing 2008 con un séptimo lugar que más tarde se transforma­ría en sexto gracias al dopaje de otros en su prueba. Luego llegó a Londres 2012 y tampoco podía haber faltado a Río 2016.

Ahora, con la mira puesta en Tokio, Horacio piensa llegar doce días antes.

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