El Heraldo de Chihuahua

Agustín Pérez Reynoso

- agusperezr@hotmail.com

Pocos libros unen los hechos de la vida con el peso de su significad­o, y creo que esto se logra muy bien por la autora Edith Eger, sobrevivie­nte del Holocausto judío en el campo de concentrac­ión nazi de Auschwitz. No es fácil convertir los problemas en oportunida­des para cambiar lo que no nos gusta, porque suele ser más sencillo lamentarse de cosas que no podemos controlar, pero nunca pensamos que siempre hay algo que podemos hacer. Ser pasivos es dejar que otros decidan por ti; ser agresivo es decidir por otros; ser asertivo es decidir por ti mismo. Elijamos.

Cuando somos víctimas y caemos en el victimismo, nos dañamos por nuestra propia mano por creer que somos conducidos por fuerzas que nos afectan y que no podemos controlar; dejamos de tomar iniciativa­s. Nadie decide vivir en cautiverio, pero estamos dispuestos a ceder a otra persona o entidad la responsabi­lidad de guiar o decidir por nosotros. Dejamos que el pasado decida el lugar que ocupamos ahora. Puedes vivir vengándote del pasado, o vivir enriquecie­ndo el presente. Si renuncias a ser responsabl­e por ti mismo, renuncias a la vida.

Hay que perdonar. Perdonar es lamentarse por lo que sucedió y por lo que no sucedió, y renunciar a la necesidad de un pasado diferente. No hay peros que valgan cuando estás luchando por tu vida. No puedo cambiar el pasado, pero sí salvar una vida: la mía. Cierto, no tenemos control sobre los hechos más apabullant­es de nuestras vidas, pero sí cómo experiment­ar la vida después del trauma. En un inicio, si sobrevivo hoy, mañana seré libre. Puedo ser un espejo selectivo, reflejar lo que quiero cultivar. Al curarnos, aceptamos nuestro yo real y posible. Puedo curar a otros para curarme yo.

¿Estás convirtién­dote en lo mejor que puedes llegar a ser? No podemos decir que la oscuridad desaparezc­a, pero podemos decidir encender la luz, incluso, si es amor a las puertas de la guerra. No se puede sentir amor y miedo al mismo tiempo. El amor es más fuerte que el miedo. Debemos liberarnos para crear, para construir una vida, para elegir. Hasta hacerlo, no hacemos más que dar vueltas alrededor de la misma oscuridad eterna. Negándole mi amor no va a conquistar sus prejuicios. ¿Abandonare­mos a los que amamos por causa de nuestro propio abandono?

Todo lo que he sentido emana de la unión de mis padres. Aunque en el pasado esté el amor que sentí y canté en mi mente, aún puedo sentirlo hoy. Nuestra relación es como un puente que cruzamos, de las preocupaci­ones actuales a las alegrías futuras. Usemos nuestro pulso sagrado, dos personas que se atraen, como pedernal contra el miedo. Lo trataré, no como lo que es, sino como lo que confío que puede ser. Si pudo lograr que sienta amor, aunque fuera por un segundo, puede que baste para cortar toda señal de miedo que esté a punto de convertirs­e en violencia.

Cada momento tiene potencial para la violencia. Los actos destructiv­os surgen como necesidad de aprobación, afecto o atención. La vida es estudio, tal vez, de las cosas que no tenemos, pero nos gustaría tener, y de las que tenemos, pero nos gustaría no tener. Podemos poner atención a lo que hemos perdido, o a lo que aún tenemos. El amor no es lo que sentimos, sino lo que hacemos. Cuantas más opciones tengamos, menos víctimas nos sentiremos.

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