El Heraldo de Chihuahua

La honestidad valiente iba en la Línea 12

- ERICK RAMÍREZ

Corría el 2006 y Andrés Manuel López Obrador competía por primera vez por la presidenci­a de este país.

Ente los slogans de spot durante aquella campaña se escuchaba un estribillo que decía con musiquilla de comercial: "Quiere, defiende y protege a la gente, López Obrador, honestidad valiente".

Pasarían doce años para que el mensaje de "la honestidad versus la corrupción sistémica" conectara con una mayoría de mexicanos lo suficiente­mente grande como para sacar al status quo de la presidenci­a y otorgársel­a a AMLO sin resquicio a dudas.

Por supuesto que cuando el hoy Presidente hizo aquella promesa, la de ser honesto hasta que duela, su voluntad no había sido sometida a la prueba de fuego que es gobernar México, con todos los compromiso­s que eso conlleva.

O, en términos prácticos, a la prueba que es asegurar el ejercicio de la justicia en torno a la tragedia en la Línea 12.

El peritaje inicial de la empresa noruega DNV determinó que el colapso de la Línea 12 se debió a pernos faltantes en las uniones, uso de diferentes concretos y una malhechura general; causales todas en el ámbito de acción de Grupo Carso, empresa constructo­ra del proyecto y propiedad de Carlos Slim.

La presencia del magnate en Palacio Nacional para reunirse con el presidente López Obrador y Claudia Sheinbaum esta semana es eco de estas determinac­iones. Según asoman las primeras conjeturas, el hombre más rico del país terminará por cargar con parte de los costos monetarios del evento si no todos.

De concretars­e esto, aún queda la pregunta de a quién le echamos los muertos de la tragedia, porque el peritaje presentado a medios no desvena por qué esas falencias en la construcci­ón fueron omitidas por autoridade­s.

Será vital ver qué piezas de investigac­ión se siguen sumando y qué áreas de responsabi­lidad van tocando durante administra­ciones de la CdMx pasadas y futuras hasta llegar a acciones penales.

En este espacio le comentamos que la tragedia en la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México suponía un tipo de prueba a la que la 4T no había sido enfrentada, que era la de someter a uno de sus propios soldados a la rendición de cuentas.

Porque, aunque no echaron el cemento ellos mismos o se robaron material, la tragedia del Metro sucedió en una obra palomeada por Marcelo Ebrard, hoy de facto el segundo al mando, y durante la guardia de Claudia Sheinbaum, fuerte candidata a continuar el proyecto morenista hacia el 2024.

Aquí es donde la honestidad valiente se anda tambaleand­o.

Porque, siendo completame­nte "honestos y valientes" y ateniéndon­os al decoro político existente en democracia­s más robustas que la mexicana, la cabeza de Marcelo o la de Claudia deberían de rodar, al menos separándos­e de sus cargos.

Relevante será la construcci­ón de una narrativa que deje satisfecho­s a la 4T, que no da muestras de querer llegar a este parteaguas político, así como a Carlos Slim, quien no gusta de enfrentars­e a gobiernos federales, pero tampoco de que se mancille su poderoso nombre.

Porque cuando hacen enojar al Ingeniero éste no tiene pelos en la lengua. Basta recordar cómo retobó con su ya legendario "es una jalada de pelos" en 2012, cuando a la OCDE se le ocurrió decir que México era uno de los países con los servicios de telecomuni­caciones más caros del mundo a causa del monopolio Telmex-Telcel.

El Ingeniero sin problemas podrá poner dinero, pero de ahí a sacrificar su reputación es otra cosa. Su alianza con la 4T es una moneda que el actual régimen no se puede dar el lujo de quemar en estos tiempos en los que la confianza empresaria­l pende de un hilo.

No veo un escenario de rendición de cuentas en torno a la Línea 12 en el que todos vayamos a quedar contentos, así como tampoco uno en el que la promesa de la honestidad valiente haya sobrevivid­o al ejercicio del poder.

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