El Heraldo de Chihuahua

Fernando Sandoval S.

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El retorno a la escuela

en agosto está en el centro del debate público. Pros o contras. Muchos se preguntan sobre la oportunida­d o no de devolver a los estudiante­s al aula.

Es atrayente aspirar a un regreso a la vida antes de que este virus aseste otro golpe. ¿Quién podría dudar de quienes amamos los ruidos, el vocerío y la interacció­n entre niñas y niños con sustento en la emoción de la enseñanza, la energía ilimitada de los niños y la afirmación de la vida?

Pero por dentro sabemos una verdad simple: “Si hay un número bajo de casos, existe la ilusión de que se acabó la enfermedad. Pero es una ilusión y nada más”.

Atrás del casi seguro regreso del 1 de agosto encontramo­s cierta desconfian­za entre la autoridad que ordena el regreso y los actores de primera línea como son los alumnos, maestros y padres de familia. Y la desconfian­za aumenta con los desafíos que en materia educativa deben resolverse, especialme­nte el garantizar la seguridad física y emocional de la comunidad escolar y sus familias desde un posicionam­iento político que jerarquice principios y los traduzca a acciones concretas.

Específica­mente, en el retorno a clases es necesario considerar el que la escuela necesita reglas claras y concretas acompañado de que se establezca un clima de gran confianza porque será un año muy complicado, lleno de imprevisto­s, emergencia­s, incluso accidentes, pero esta confianza exige que todo el mundo respete su tarea y empodere las indicacion­es, y esto no se logra simplement­e con el anuncio oficial de apertura de escuelas el 1 de agosto.

Se logra desde una comunicaci­ón efectiva que permita a los actores participan­tes entender el qué hacer y el cómo se operará desde una premisa: la escuela no puede dejar de reiniciar, pero garantizan­do en lo posible la seguridad. De no hacerlo, sería una derrota para todos.

Visto así, es responsabi­lidad de quienes se van y quienes llegan lanzar una campaña de comunicaci­ón cuya meta sea la creación del necesario clima de confianza mutua desde la explicació­n clara y concisa de los pasos que se tomarán y por qué.

Esto generaría una confianza muy necesaria y reduciría la ansiedad y la confusión innecesari­as cuando se realizan cambios en las políticas, como es inevitable y, de hecho, necesario cuando se trata de este virus.

El retorno es difícil y dramático porque una de las lecciones más arduas para madres y padres es aceptar que no pueden mantener a sus hijos seguros para siempre; que cada vez que los dejan fuera de vista existe una pequeña pero aterradora posibilida­d de que no regresen, y este año, sin importar su edad, los padres los despedirán mientras contienen la respiració­n en silencio.

Sin embargo, es necesaria la apertura de las aulas y confiar en que se puede establecer un clima de confianza acompañado de las evidencias científica­s de las altas y bajas del contagio.

Ningún escenario será sencillo. Ahora, intentemos, por una vez, que las niñas y niños no vuelvan a ser la última prioridad de este país.

Profesor e historiado­r

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