El Heraldo de Chihuahua

Promesa cumplida a su padre

- RUBÉN BERISTÁIN

Las promesas están hechas para cumplirse. No importa de qué forma ni el tiempo que se tarde, al final deben quedar como una realidad palpable y no sólo como palabras al viento. Cuando eso es finalmente logrado, se puede convertir el presente en una extensión perfecta y continua del pasado. Justo de esa forma lo ha vivido Julio César Domínguez.

El defensor de Cruz Azul prometió cuando apenas era un niño que sería campeón con el club de sus amores. La pasión y esa afición infinita que le vio a su padre por los colores celestes lo hizo soñar en grande. Fue en el ya lejano 1996 cuando expresó esas palabras, tal vez de juego o quizá con una intención bastante clara. Lo que es un hecho es que más de dos décadas después, terminaron con el máximo valor que a algo se le puede dar.

El Diario de los Deportista­s fue testigo del momento mágico. El Cata finalmente le pudo poner la novena estrella al escudo cementero. Tardó más de lo pensado, tuvo muchas oportunida­des antes, pero por años fue quien más luchó y sufrió por conseguirl­o. En este 2021 finalmente pudo cumplir ese deseo de toda su vida: levantar el trofeo de campeón.

“Me hace sentir el más feliz, muy orgulloso. Esa promesa se la hice a mi padre cuando tenía ocho, nueve años. Como cualquier niño, le dije que jugaría en Cruz Azul y que sería campeón. Nunca me caí, el trabajo es lo que más me ha caracteriz­ado y es la recompensa de este fruto que es el título. Gracias a Dios se logró después de tanto tiempo”, expresó en exclusiva, con una gran sonrisa, mientras rememoraba esos momentos cuando apenas empezaba a patear un balón.

“Yo se lo dije a él cuando estaba vivo.

Como niño siempre quise ser como mi papá, iba con él para todos lados. Me llevaba a su rancho, a traer el ganado, a las peleas de gallos, carreras de caballos, jugábamos futbol. Él le iba a Cruz Azul y yo le fui por él, me lo inculcó. Fue de una de esas promesas de niño, a lo mejor fue un decir, pero siempre lo tuve

en mi mente. Yo voy a jugar y ser campeón, así se lo dije. Fue algo que, gracias a la perseveran­cia y sacrificio que hice al salirme a los 12 años de mi casa por ese sueño, lo pude lograr, fue algo que me ayudó mucho”, continuó con un tono de voz melancólic­o, pero con gran satisfacci­ón.

En estas últimas vacaciones tras lograr el título de Liga, Domínguez pasó unos días en su ciudad natal y su lugar favorito en el mundo. En Arriaga, Chiapas, visitó a todos sus familiares, les presumió la presea del primer lugar. “Fui con mi familia. Vi a mi abuela, a mi mamá, hermanos, primos, amigos del barrio. Les fui a mostrar la medalla que tanto anhelábamo­s. Fue un momento muy bonito, porque ya lo merecíamos varios de nosotros. No tuve la oportunida­d de visitar a mi padre, pero lo llevo en el corazón siempre. El día del partido festejé con él, miré al cielo y le dediqué el partido, la novena”, reveló.

Esa misma humildad y sacrificio que caracteriz­a al futbolista, hoy se lo trata de inculcar a sus propios hijos. Tuvo el máximo ejemplo en casa y eso trata de igualarlo.

“Yo ahora trato de inculcárse­lo a mis hijos. No es fácil porque ahora tienen un poco más de comodidad, pero trato de enseñarles esos valores. El mayor está en ese proceso de futbol, que tenga esas caracterís­ticas y busco que sea de esa forma”, cerró. /

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FOTOS: MEXSPORT Jesús Corona es uno de los elementos de La Máquina con más partidos jugados para la institució­n.
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Óscar Conejo Pérez tiene la segunda mejor marca de partidos jugados para el equipo de La Noria.

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