El Heraldo de Chihuahua

Miguel Ángel Ferrer

- mentorferr­er@gmail.com Miguel Ángel Ferrer

No existe la menor duda de que el mayor problema que aqueja a la sociedad cubana es el ilegal, inmoral e inhumano bloqueo económico, comercial y financiero que a lo largo de los últimos sesenta años han mantenido sobre el pequeño país los sucesivos gobiernos de Estados Unidos.

Pero como ese hecho es innegable, últimament­e han aparecido en escena personas e institucio­nes que sin negar los bárbaros perjuicios del acoso yanqui andan buscando otras razones para explicar la situación económica y social de la isla. Por ejemplo: la supuesta mala gestión económica del gobierno cubano y el hartazgo del pueblo por las prolongada­s penurias económicas sufridas. Lo primero es notoriamen­te falso. Es más: podría decirse que esa gestión económica ha permitido a Cuba sobrevivir y avanzar en lo económico, en lo social y en lo cultural, a pesar de los estragos de la guerra económica desatada en su contra por el imperialis­mo y por los socios subalterno­s de éste en Europa.

Y en cuanto a lo segundo, el hartazgo ciudadano por las penurlas económicas, deben decirse dos cosas. Una: que ése era y es el propósito del bloqueo, que buscó y busca rendir a pueblo cubano por hambre, sed y enfermedad­es; y dos: que, luego de seis décadas de sanguinari­o asedio, ese propósito no ha sido alcanzado.

Sin embargo, y como lo prueban esos seis largos decenios, el imperialis­mo es perseveran­te. Y si la realidad no se ajusta a los deseos y propósitos imperiales se hace necesario redoblar esfuerzos para convencer al mundo de que el bloqueo no es la causa eficiente de la situación cubana.

Y para eso están los novelistas de derecha, las redes sociales reaccionar­ias, las noticias falsas, la vieja propaganda negra, la guerra sicológica, el abundante dinero destinado a comprar conciencia­s y pagar labores de zapa.

Haber redoblado esfuerzos, sin embargo, tampoco está dando resultados. Y es por eso que algunos desquiciad­os llaman francament­e a la invasión militar. Si las firmas famosas y los premios literarios prefabrica­dos “made in Spain” no sirven para derrocar a la Revolución, hay que probar con los fusiles de los marines y los misiles Tomahawk.

Y como una cosa no quita la otra, la contrarrev­olución se vale de los dos recursos: palabras hostiles con disfraz amistoso y llamados a la agresión armada. Lo amistoso es ahora la novedad y la clave. Ya no sirve mucho el hígado de Vargas Llosa. Es más útil el aspecto bonachón de Leonardo Padura.

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