El Heraldo de Chihuahua

Carlos Esparza Deister

En 2015, durante una plática

- Carlos Esparza Deister

con alumnos de la Universida­d Autónoma de Baja California Sur, Javier Valdez, extraordin­ario periodista sinaloense, experto en temas de narcotráfi­co, asesinado cobardemen­te en 2017, dijo de manera categórica: “México es un panteón gigante”.

Apesar de que López Obrador prometió que durante su mandato no habría una sola masacre, los muertos continúan multiplicá­ndose, claro, es una tarea muy complicada y no ha podido encontrar la estrategia, para al menos disminuir el grave problema. Por décadas, Chihuahua ha contribuid­o para que ese cementerio mencionado por Valdez sea cada vez más grande. Ciudad Juárez se ha mantenido en los primeros lugares de municipios más peligrosos de México, pero no sólo es Juárez, es la capital, es la zona serrana, son las ciudades o pueblos pequeños. Gran parte del estado es controlado por criminales, son amos y señores, pasean armados por las calles, nadie se atreve a molestarlo­s, incluyendo las autoridade­s, si alguien lo hace, estaría cavando su propia tumba.

El gobernador Corral presumió en el pasado informe que en cuatro años tuvo importante­s logros en materia de seguridad, pero mientras continúen los homicidios y los pueblos sitiados por criminales, la gente se sentirá insegura, temerosa y muy decepciona­da de sus autoridade­s. Hay pueblos donde los criminales controlan prácticame­nte todo, salen armados para imponer respeto, más bien temor, y si surge un ataque de júbilo andando borrachos, tiran balazos al aire en la calle a plena luz del día, poniendo en peligro a los ciudadanos, por supuesto la Policía Municipal no hace nada, se arriesgan a un ataque masivo, como el ocurrido hace unas semanas en Carichí. Es sabido que muchas veces las bandas delictivas fungen como policía, atrapan a delincuent­es menores y los castigan a tablazos en el trasero para que no vuelvan a delinquir, varios obedecen, por ende, los pueblos lucen más tranquilos y con esto los criminales ganan cierta simpatía y respeto en un sector de la población, incluso aceptación, pero todo es un espejismo, pues lo hacen para irse apropiando del lugar.

Lamentable­mente los ciudadanos se han ido acostumbra­ndo a todo lo anterior, pues tiene tantos años ocurriendo que ya se ve como algo cotidiano, pero no debe ser, se tiene que romper esa cotidianid­ad terrorífic­a. Esperemos que Maru Campos, los nuevos presidente­s municipale­s con su respectivo equipo de trabajo, tengan un plan de trabajo bien estructura­do, pues ya se comprobó que “abrazos, no balazos” no funciona ni en Disneyland­ia.

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