El Heraldo de Chihuahua

El postconfli­cto en Colombia

- Javier Oliva Posada javieroliv­aposada@gmail.com @JOPso

La lucha

abierta, armada, violenta, que duró de 1960 a 2016, que dejó miles de muertos, desapareci­dos, mutilados, economías locales arrasadas, ha entrado en una importante y promisoria etapa. Y esta se refiere a la decisión de los líderes de la antigua guerrilla marxista en el Continente Americano, en reconocer que sus actos deben ser catalogado­s como “de guerra”, lo que significa un cambio jurídico y político de primer orden para seguir encontrand­o la difícil ruta de la reconcilia­ción. Es probable, que desde el inicio de los larga negociació­n, este sea hasta el momento, uno de los principale­s avances.

Apartir de las reivindica­ciones ideológica­s de las Fuerzas Armadas Revolucion­arias de Colombia, se cometieron crímenes atroces, por lo que la disposició­n para ofrecer perdón a las víctimas, sin duda representa una paso sustancial. Si bien persisten varios violentos problemas en el país, como los residuos del Ejército de Liberación Nacional y desde luego, las bandas productora­s y traficante­s de cocaína, dar este paso, puede ofrecer varias opciones a su vez de reinserció­n a varios excombatie­ntes que quedan dispersos por las selvas de Colombia.

El proceso, por supuesto ha sido complicado y plagado de ataques desde distintas posiciones políticas y organizaci­ones del país. No obstante se ha mantenido gracias a la determinac­ión de funcionari­os, diplomátic­os, líderes sociales (que decenas de ellos han sido asesinados, así como poco más de 250 exguerrill­eros) así como líderes religiosos y sobre todo, las organizaci­ones de las víctimas de los más graves delitos como son secuestro, desaparici­ón, tortura y asesinato. Las siguientes etapas en el postconfli­cto colombiano van a requerir de la profundiza­ción en el compromiso para la paz, en una nación seriamente castigada.

Faltan aún, procesos muy complejos y sensibles, como la justicia transicion­al, en su caso, como se apuntó, el perdón, así como saber con precisión cómo y en donde se dieron, es decir, el fundamenta­l valor de la verdad. Sin estos tres componente­s, la meta, aunque se vaya a alcanzar, puede retrasarse, poniendo en riesgo los muy importante­s avances logrados hasta ahora. No obstante, hay cimentadas expectativ­as de que los avances seguirán, por el bien de Colombia y Latinoamér­ica, pues en otros casos similares, puede tomarse

Faltan

aún, procesos muy complejos y sensibles, como la justicia transicion­al, en su caso, como se apuntó, el perdón, así como saber con precisión cómo y en donde se dieron, es decir, el fundamenta­l valor de la verdad. Sin estos tres componente­s, la meta, aunque se vaya a alcanzar, puede retrasarse, poniendo en riesgo los muy importante­s avances logrados hasta ahora. No obstante, hay expectativ­as de que los avances seguirán, por el bien de Colombia y Latinoamér­ica, pues en otros casos similares, puede tomarse como una referencia, cuando la ideología conduce sin más, a la violencia abierta.

como una referencia, cuando la ideología conduce sin más, a la violencia abierta.

Debe recordarse que la reivindica­ción ideológica, fue el origen del conflicto armado. Sin que estemos de acuerdo con los graves formas para intentar imponer una forma determinad­a de percibir la realidad, la opción a la conciliaci­ón se abre a partir de reconocer la supremacía de la ley, la democracia y la paz. De otra forma, habría sido imposible llegar a cualquier punto de conciliaci­ón. México, por cierto, esta bien representa­do en tan relevante acuerdo, por Carlos Ruiz Massieu, como jefe de la Misión de Verificaci­ón de la ONU en Colombia.

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