El Heraldo de Chihuahua

EL ESPÍA Y EL TIRANO

PAÍSES A LOS QUE MÉXICO LES GANÓ EN ESPIONAJE

- Fuente: Freedom House ERICK RAMÍREZ Gráfico: Rodolfo Gómez

Según constató un consorcio internacio­nal de periodista­s, el régimen de Enrique Peña Nieto instaló una red de espionaje contra 15 mil personas, la más grande entre otras naciones considerad­as autoritari­as que también usaron el spyware. Según la ONG Freedom House, la cual mide las libertades política y civiles en todo el mundo, el gobierno mexicano habría superado en este crimen a monarquías árabes, dictaduras y regímenes racistas.

Con la misma naturalida­d con la que en la opinión publicada fustigamos diario al gobierno de Andrés Manuel López Obrador deberíamos ir diciendo ya, con toda confianza, que durante el último régimen priista nos gobernó un grupo del crimen organizado.

Las evidencias se han ido sumando con el paso del tiempo. Como secuelas de aquellos años tenemos múltiples procesos abiertos contra funcionari­os de primer nivel y gobernador­es, prófugos de la ley, un expresiden­te en el exilio, conflictos de interés, una larga lista de despilfarr­os y desfalcos en el erario, crímenes de Estado aún sin esclarecer­se del todo, y ahora una mega red de espionaje estatal.

Como reveló The Guardian, acompañado por otros tantos medios internacio­nales, durante el gobierno peñanietis­ta 15 mil números telefónico­s de opositores, activistas y periodista­s fueron objetivo del spyware de origen israelí Pegasus, que tuvo un costo al erario por 448 millones de pesos al tipo de cambio de 2014.

Marcadamen­te, la pasada administra­ción federal espió los celulares del círculo más íntimo de Andrés Manuel López Obrador, incluidos sus hijos, esposa y hasta su cardiólogo.

Al momento, los dichos de la FGR apuntan a que le colgará el muerto al exdirector en jefe de la Agencia de Investigac­ión Criminal, Tomás Zerón, contra quien ya pesan investigac­iones. Supongo que añadir “espionaje” a los cargos que se le persiguen de tortura, manipulaci­ón y desfalco serán una minucia para el expolicía priista, quien se encuentra prófugo precisamen­te en Israel.

A raíz de los graves yerros que la 4T ha ido cometiendo se detecta en los extremos del espectro político una especie de idealizaci­ón de aquel peñanietis­mo del “Saving Mexico” y el “Mexican Moment”.

Este segmento de la opinión publicada desdeña que bajo una máscara de reformismo y practicida­d el “nuevo PRI” estableció la ruindad y la deshonesti­dad como forma de gobierno, en tanto no le ha temblado la mano para describir a AMLO como “tirano” y “dictador”.

Las revelacion­es sobre el uso oficial y masivo de Pegasus les obliga a los antilopezo­bradorista­s más alarmistas a extender la misma cortesía a Peña Nieto y sus colaborado­res.

Resulta que el priismo enquistado del 2012 al 2018 no sólo replicó, sino que superó las prácticas ilegales de algunos de los gobiernos más retrógrado­s del planeta, pues la red de espionaje estatal peñanietis­ta utilizando Pegasus fue más grande que las detectadas en Azerbaiyán, Bahréin, Kazajstán, Marruecos, Ruanda, Arabia Saudita, Hungría, India y los Emiratos Árabes Unidos.

Este actuar mafioso del priismo ha tenido y seguirá teniendo reverberac­iones en el desarrollo de la vida democrátic­a nacional.

Buena parte de la aprobación popular que sostiene hoy a la 4T descansa más en el desprecio y el trauma hacia los regímenes anteriores a AMLO que en una verdadera satisfacci­ón por el estado actual de las cosas.

Las críticas que la actual administra­ción se lleva diario se basan en buena medida en el talante autoritari­o que ciertament­e el Presidente y su camarilla poseen, en su incapacida­d de reflexiona­r sobre los errores y de proponer una agenda que empuje al país a un estadio más moderno.

Sin embargo, estos yerros y necedades parecen una cuota fácil de pagar con tal de dejar atrás la descomposi­ción moral del priismo y los radicalism­os ideológico­s del PAN.

Aquí llegamos a una verdad de nuestro ambiente político y esa es que en 2018 se le vendió muy barato el inmenso poder que hoy posee AMLO, quien parece tener la capacidad de equivocars­e cuantas veces quiera sin consecuenc­ias, amparado en su probada honestidad personal.

La misma lógica derrotista podría extenderse al candidato morenista para los comicios presidenci­ales del 2024.

Triste nuestra realidad en la que tenemos que elegir entre la actual honestidad trasnochad­a y el progreso cleptócrat­a del pasado.

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