El otro: símbolo de mi anonimato
En alguna ocasión se pudo llegar a mencionar que no somos conscientes de nuestra realidad ni de nuestra propia existencia hasta que llega alguien igual a nosotros. Cuando uso la palabra “igual” no me refiero solamente a su rostro, a sus manos o a sus ojos, sino a un ser viviente, un ser que no sólo comparte un físico parecido al mío, sino que también siente, razona, duda, por lo tanto, se pregunta de la misma forma que yo lo absurdo de nuestra vida.
¿Quién es él o ella? ¿Quién soy yo? ¿Por qué no me pregunté tantas cosas antes de la llegada de ese Otro? La realidad se ve distorsionada, cambiante y redireccionada hacia aquel ser, hacia ese Otro que no soy yo. “La ausencia de todas las cosas se convierte en una suerte de presencia: como el lugar en el que todo se ha hundido, como una atmósfera densa, plenitud del vacío o murmullo del silencio”. Ese vacío no sólo podría ser aplicable a nuestro amable vecino, el Hombre Araña, sinceramente puede ser una realidad colectiva. Ante ese vacío sólo queda el anonimato, donde la indeterminación de los factores queda a la deriva, al igual que toda posible negación de los acontecimientos ante el Otro.
El ser humano construye otredades tolerables y deja completamente afuera lo intolerable. ¿Qué es lo que queda por considerar entonces? Que no puedo desprenderme de mi yo, pero tampoco absolutizarlo de cierto modo, mi realidad se ve compartida. Dentro de toda la estructura que se crea a partir del Otro, se encuentra una de las nociones más básicas y particulares que tiene el ser humano: vergüenza.
Este “sentirse apenado” no puede desarrollarse en soledad, nace a partir de la mirada del Otro, por ello, la relación con el mismo es de suma importancia. El breve escrito que ahora se encuentra en tus manos es sólo una pequeña opinión de la imposibilidad de abandonar la somnolencia en la que nos encontramos diariamente. En pocas palabras, aquel Otro nos despierta del profundo sueño en el que nos encontramos sumergidos, para dar lugar a una conciencia verdadera, no sólo una superficial...
Spider-man tiene clara su responsabilidad, pero... ¿No será acaso verdaderamente consciente de su realidad hasta que aparece el enemigo?