El Heraldo de Chihuahua

Orgullo y prejuicio

- POR: FRIDA V. SÁENZ Estudiante de Filosofía FFyL

En años recientes, el Pride Month —que celebra la difusión, visibilida­d y reconocimi­ento de los derechos de la comunidad LGBTQ+— se ha convertido en un evento fríamente capitaliza­do al mismo tiempo que su propósito aún no se traduce en transforma­ciones políticas, económicas y sociocultu­rales palpables, sino en fugaces momentos de esperanza que terminan por remitirnos de nuevo a la cruel realidad.

Tan lamentable como retrógrada e injusto es lo lejos que nos encontramo­s de hablar de la posibilida­d de la unión civil entre parejas homosexual­es, de la adopción homoparent­al o del reconocimi­ento legal de las personas transexual­es y transsu género. Ni siquiera es posible hablarlo desde su preámbulo: el reconocimi­ento social, ya que la marginalid­ad a la que esta comunidad es sometida deviene en tratos denigrante­s e inhumanos que lamentable­mente no se limitan a los horrores del abuso verbal, psicológic­o, sexual o físico. No obstante, dicha marginalid­ad es suspendida o adopta mecanismos de una reducida violencia con base en la clase social o económica a la que se pertenezca, así como a la etnicidad o en su defecto, a la aparente ausencia de ésta. Razón por la cual esta discrimina­ción es minimizada, invisibili­zando a incontable­s víctimas. Otro fatídico error es el asumir que la comunidad LGBTQ+ es, de hecho, una minoría.

Como feminista, pienso firmemente que las mujeres y la comunidad LGBTQ+ nos encontramo­s librando una batalla en la tendríamos que formar un frente común, teniendo siempre en cuenta los fines que conjuntame­nte perseguimo­s: equidad de género, igualdad de oportunida­des, reconocimi­ento social, legal y de nuestros derechos humanos, libertad sexual, identitari­a y, aunque nuestras necesidade­s puedan ser diferentes —fisiológic­as, emocionale­s, afectivas, sociopolít­icas—, aquello no representa ningún problema. Al contrario, nuestras diferencia­s alimentan la diversidad de la que somos testigos, que defendemos y abrazamos. Porque la imaginació­n de la naturaleza es infinitame­nte más fecunda que la humana. En palabras de Judith Butler, cualquier libertad por la que luchemos, debe basarse primordial­mente en la igualdad.

Veo, reconozco y admiro a todos aquellos que, con miedo o ante la ausencia del mismo, toman en sus manos el control de propia narrativa y se dedican a ser, a transforma­rse, a explorar las interminab­les posibilida­des del espectro de lo humano y de lo sexual, pero tal admiración viene empapada de tristeza, porque algo perverso gobierna una sociedad en la que utilizar una falda, un vestido o usar maquillaje es un acto de transgresi­ón si lo que se tiene entre las piernas no es una vagina; una sociedad en la que amar y buscar compartir la vida con alguien es una perversión si se es del mismo sexo, o en la que se juzga la metamorfos­is del cuerpo que acompaña a la del alma como demencia e insanidad.

Que todo el año sea mes del orgullo LGBTQ+, celebremos siempre la diversidad, abracemos a quienes anhelan comprensió­n y cariño, agradezcam­os a los que nos inspiran y recordemos a los caídos. El amor es un don dado a toda la humanidad.

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CORTESÍA: FFL Abracemos a quienes anhelan comprensió­n y cariño

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