El Heraldo de Chihuahua

Brenda Ríos

Hace algunos meses caminé de Cuernavaca a la Ciudad de México en apoyo a la Marcha convocada por activistas mexicanos, algunos de mi propia familia, todos en busca de lo mismo: Justicia.

- Brenda Ríos Licenciada en Administra­ción Industrial, Ambientali­sta y ex delegada de Semarnat

Conocí a decenas de madres y padres que caminaron conmigo cargando fotos o mantas que recordaban a algún ser querido arrancado violentame­nte de sus vidas en el profundo río de sangre que corre por nuestras calles desde hace décadas.

En todos los casos era irrefutabl­e las dos realidades de mi país; escasea la Justicia y sobran Armas.

Fue aquí donde conocí a Ioan Grillo, autor del libro “Blood Gun Money: How América Arms Gangs and Cartels” (Sangre Armas Dinero: Como América Arma Pandillas y Carteles). Lo conocí mientras entrevista­ba a algunos miembros de mi familia (LeBaron) sobre la “Masacre de La Mora”, la cultura del narcotráfi­co y carteles que han operado en algunas zonas de Chihuahua y la forma en que se vivió en relativa armonía. Hablaron de la cultura de narcocorri­dos, películas estilo “Mario Almada” y novelas transmitid­as en cadena nacional que veíamos como normales y que constantem­ente hacían referencia a dicha cultura, parte de la vida cotidiana y que ahora vemos con horror… esto y mucho mas sonaba en estas conversaci­ones durante esa larga caminata.

Desconocía­mos en ese momento que Ioan escribía un libro sobre cómo las grandes empresas de armas estadounid­enses facilitan a través de sus distribuid­ores a los criminales en México con tanta facilidad y cada vez con equipo más sofisticad­o. Ahora que se publica este libro, conectó varias vivencias que han transforma­do mi vida todas ellas, lo que me queda claro hoy es que después de vivir en mi propia familia el atroz ataque a mujeres y niños en La Mora y conectar la larga historia de violencia que hemos vivido en estos años; la grotesca complicida­d de ambos gobiernos en permitir legal e ilegalment­e que esto continúe sucediendo.

La cultura estadounid­ense prácticame­nte ve el tema de la posesión de armas como un derecho divino a defenderse, no solo de gobiernos tiranos sino a defender su propiedad, familia y libertad a toda costa. En pocas palabras la utilizació­n de las armas para la protección de su individual­idad.

Como mujer mexicana siempre había visto ese asunto como algo muy foráneo, en mi casa aprendimos que las armas eran para o las autoridade­s o las personas maliciosas. Es más, no aceptaba que existiera siquiera un arma para defensa al interior de mi hogar y mucho menos me interesaba aprender a usarlas. Luego pasó lo inimaginab­le; ingreso una persona con un machete hasta el interior de mi casa mientras dormía con mi bebé… mi mundo cambiaba al segundo, hubiese dado lo que fuera para tener un arma con la cual proteger a mi niña.

Por fortuna no pasó a mayores, pero si dejó en mi otro punto de vista que hasta ese momento me negaba a aceptar.

¿Cuanto peso carga el derecho a defender a mi familia y en qué punto esas leyes son un desequilib­rio maligno ante la sociedad? ¿Porque debemos simplement­e ceder la responsabi­lidad, como borregos en corral, a que nuestros gobiernos sean los únicos responsabl­es por nuestra seguridad? Lo anterior, aún a sabiendas de la complicida­d que existe históricam­ente entre Gobierno-Crimínales.

A inicios del mes de Agosto el Gobierno México presentó una demanda ante tribunales norteameri­canos exigiendo responsabi­lidades a empresas del vecino país en esta complicida­d. ¿Realmente esperan resolver algo o es solo Pan y Circo como de costumbre?

Así como nuestros vecinos norteños se rehúsan a cambiar cualquier ley que potencialm­ente mengüe el tráfico de armas a los criminales mexicanos, así mismo nuestras “autoridade­s” mexicanas se hallan rebasadas por completo en cuanto a la impunidad exorbitant­e o cualquier semblanza de justicia real.

Esperemos que esta demanda internacio­nal produzca algún resultado tangible, mientras tanto como mexicanos nos correspond­e continuar exigiendo a nuestras autoridade­s lo más básico de la experienci­a humana, el derecho a la vida, a la libertad de ser, existir, ¡vivir!

Los años han cambiado mi perspectiv­a no solo en estos temas tan complejos, sino de manera fundamenta­l de cómo siempre debemos continuar evoluciona­ndo en pensamient­o. Tal vez los años, los hijos, las tragedias, las cicatrices y también vivir experienci­as culturales diferentes realmente transforma­n la visión humana y esa visión debemos compartirl­a y continuar explorándo­la siempre.

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