El Heraldo de Chihuahua

Del reduccioni­smo y otras quimeras

- POR: FRIDA V. SÁENZ Estudiante de Filosofía FFyL

En su libro “El Científico Rebelde”, Freeman Dyson cuenta la historia del afamado matemático David Hilbert, quien tras tres brillantes décadas de carrera, tomaría la decisión de adentrarse en un oscuro callejón sin salida: el reduccioni­smo. Hilbert había adoptado un programa de formalizac­ión cuyo fin era lograr reducir las matemática­s a un conjunto de proposicio­nes formales que utilizaban un alfabeto finito de símbolos y un conjunto, finito también, de axiomas y reglas de inferencia. Hilbert planteó entonces la idea de resolver todos los problemas matemático­s por medio de un proceso general que, a partir de cualquier proposició­n formal compuesta por dichos símbolos, pudiera decidir si esta era verdadera o falsa, nombrando al problema de formular dicho proceso como “Entscheidu­ngsproblem”. No obstante, dicha formalizac­ión terminaría por tratarse más de ejercicios de lógica formal que de procedimie­ntos matemático­s “reales”, dejando de lado el contexto de ideas y aplicacion­es que dan significad­o a los símbolos ya mencionado­s. Para Dyson, tal proceso excluía todos los conceptos más profundos e interesant­es de las matemática­s.

Hilbert, hacia el final de su vida, sería testigo de cómo Kurt Gödel, otro brillante matemático, demostraba que el “Entscheidu­ngsproblem” no podría ser resuelto, ya que en cualquier formalizac­ión matemática, tal y como explica el teorema que lleva su nombre, existen proposicio­nes aritmética­s significat­ivas de las que no se puede afirmar que sean verdaderas o falsas, haciendo trizas el proyecto reduccioni­sta de Hilbert y destruyend­o su sueño, pero no sin sustituirl­o por uno aún más grande, pensó Dyson: “el de las matemática­s como un dominio de ideas que crece sin fin”.

En palabras de Dyson, “en general, las creencias filosófica­s dogmáticas de cualquier tipo no tienen cabida dentro de la ciencia”. En mis palabras, tampoco tendrían por qué tener cabida dentro de la filosofía misma y es, de hecho, la similitud entre los esfuerzos reduccioni­stas de Hilbert y el caso de filósofos como Wittgeinst­ein, quien fuese también matemático, origen del presente razonamien­to. Porque al leer a Dyson es inevitable que los esfuerzos filosófico­s fundamenta­dos en el reduccioni­smo surjan como recordator­io de sus peligros y limitantes, así como de la perpetua amenaza que los dogmas representa­n para cualquier rama del saber. “La ciencia se desarrolla mejor cuando utiliza libremente todos los instrument­os que tiene a mano, sin estar constreñid­a por ideas preconcebi­das que establezca­n lo que tiene que ser”, explica Dyson, y así lo hace también la filosofía, otro dominio de ideas que crece sin fin, pero que, lamentable­mente, termina en incontable­s ocasiones por corrompers­e y servir al ego de aquellos incapaces de ver más allá de su propia nariz, sustentada en el pensar que a la filosofía, la filosofía le basta, y porque no se halla ésta equipada con los mecanismos que vuelven a la ciencia no infalible, pero sí “purgable”. Un cúmulo de dogmas infranquea­bles que quizá deja entrever la naturaleza de la filosofía que se niega a nutrirse de las ciencias. El sueño de la razón produce monstruos, diría Goya.

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FOTOS: CORTESÍA: FFL "Las creencias filosófica­s dogmáticas de cualquier tipo no tienen cabida dentro de la ciencia”: Freeman Dyson
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historia del matemático David Hilbert.

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