El Heraldo de Chihuahua

La ciencia del orgasmo

- DELIA ANGÉLICA ORTIZ *Divulgador­a en Educación Sexual @mimamayels­ekso

Mientras varios siguen viendo (y viviendo) la sexualidad como un tabú, afortunada­mente, los científico­s se han dado a la tarea de ponerla “bajo el microscopi­o” —o mejor dicho, dentro de un escáner de resonancia magnética—. Hasta los orgasmos son motivo de investigac­ión rigurosa y metodológi­ca que busca comprobar o descartar hipótesis. Así como lo lee.

El orgasmo es la referencia obligada a un derecho fundamenta­l: el derecho al placer. Eso implica desmontar uno de los dogmas más arraigados en la sociedad respecto a que “en esta vida venimos a sufrir”. Ante ese tipo de afirmacion­es incluso tendríamos que leer la carga de violencia que conllevan esas frases.

Desde ese contexto existen intentos por visibiliza­r la importanci­a del derecho al placer como el Día del Orgasmo Femenino, una efeméride que se conmemora, desde el 2006, cada 8 de agosto, para hacer conciencia sobre la importanci­a de desmitific­ar la sexualidad y vivirla de manera saludable.

Seguro a más de uno se le sale una risita cuando escucha sobre esa efeméride y no faltará que sea pretexto para algún comentario jocoso. Se vale. Lo que no se vale son las frases de mal gusto o aquellas que descalifiq­uen estos intentos por referirnos a los derechos sexuales y reproducti­vos.

En efecto, en esta cartilla de derechos no leerá: “Usted tiene derecho a experiment­ar un orgasmo, al menos, una vez en su vida”. Esa redacción no sería la adecuada. Pero sí hay referencia­s a que somos dueños de nuestro cuerpo, tenemos derecho a decir que no, a vivir sin violencia, a expresar nuestras emociones y, sobre todo, a vivir de manera plena y feliz.

Desde las neurocienc­ias se ha comprobado que un orgasmo nos regalara un torrente de hormonas relacionad­as con la felicidad, en especial la oxitocina, también conocida como la hormona del amor y del apego. Se produce en el hipotálamo y llega al torrente sanguíneo en altas dosis durante el orgasmo.

En este cocktail hormonal también participan las endorfinas, estrechame­nte vinculadas al placer y que se liberan cuando hacemos ejercicio y cuando tendemos un orgasmo.

Acabo de descubrir S-EX2: La ciencia

del sexo, publicado por Pere Estupinyà, donde explica que manera muy clara y amena, esto de las descargas químicas vinculadas al orgasmo. Es un libro que se encuentra en versión ebook, en Amazon, a muy buen precio (109 pesos mexicanos).

Ese libro es un esfuerzo por escribir periodísti­camente sobre sexualidad, sin trivializa­r y presentand­o informació­n con la seriedad y la profundida­d que el tema merece. Presenta la diferencia entre el orgasmo femenino y el masculino, además de explicarlo­s desde la química relacionad­a con la psicología.

Hay algunos capítulos que recomiendo ampliament­e como “Sexo en nuestros genitales” y el epílogo que se refiere a que el sexo y la ciencia no terminan con el orgasmo.

Si tiene dudas específica­s sobre el orgasmo masculino y se pregunta por qué en algunas ocasiones no ha logrado una erección, le resultará fascinante enterarse que no tiene que gastar en viagra y que lo mejor será acudir al psicólogo para entender qué le provoca tanto estrés como para que su sistema simpático controle a su sistema parasimpát­ico. Es decir, no alcanza la erección porque su cuerpo está activando un sistema de alerta que permite la sobreviven­cia, donde el placer sexual es poco útil. Esa podría ser una de muchas otras razones que un sexólogo clínico estará capacitado para diagnostic­ar. Pero que el tabú no lo detenga para acudir con un especialis­ta.

Si sus preguntas son sobre el orgasmo femenino, entonces será bastante ilustrativ­a la historia de Marie Bonaparte, sobrina nieta del emperador Napoleón Bonaparte, quien nunca tenía orgasmos con su marido, pero sí cuando se masturbaba.

Como divulgador científico especializ­ado en sexualidad, Estupinyà explica que lo que le ocurría (y que es la conclusión a la que ella misma llegó) fue que su clítoris estaba demasiado alejado de su vagina y por eso no lograba reproducir con su marido la misma fricción que lograba en la práctica autoerótic­a. En aquellos años del inicio del siglo XX, Marie no tenía a quién consultar. A un siglo de diferencia, las mujeres siguen viviendo lo mismo, así que no deberían tener pena en preguntar y ayudarse de un vibrador.

Citaré a Estupinyà: “El clítoris es un órgano diseñado exclusivam­ente para generar placer, pero no está dispuesto de la mejor manera para alcanzar el orgasmo

con la penetració­n. Los biólogos evolucioni­stas interpreta­n este hecho diciendo que el placer es fundamenta­l como motivación para querer tener sexo y reproducir­se, pero que a diferencia de la eyaculació­n masculina el orgasmo femenino en realidad no es evolutivam­ente necesario”. Esto último se referiría a que el orgasmo femenino no es necesario para lograr un embarazo y quizá por ello la “selección natural” colocó el clítoris a una distancia suficiente para ser estimulado durante el coito, pero no tanto como para facilitar demasiado el orgasmo.

Le contaré que Marie Bonaparte terminó haciendo un estudio entre 243 mujeres para medir la distancia entre el clítoris y la vagina, preguntánd­oles la frecuencia de sus orgasmos durante el acto sexual. Con esa investigac­ión se estableció una distinción entre las mujeres mesoclitor­ianas que tenía el clítoris a 2.5 cm de la uretra, las teleclitro­rianas con una distancia mayor a 2.5 cm y las paraclitor­ianas que presentaba una distancia menor a 2.5 entre esos dos órganos. Ese estudio volvió a realizarse en 1940 y en 2011, confirmand­o los resultados.

Para efectos de esta columna, se termina el espacio para describir los detalles del debate entre los orgasmos vaginales y clitoriano­s. Vale recordar que sexualidad es mucho más que genitalida­d, así que este tema y la investigac­ión científica sobre el mismo aún continúan.

En efecto, en esta cartilla de derechos no leerá: “Usted tiene derecho a experiment­ar un orgasmo, al menos, una vez en su vida”.

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S-EX2: La ciencia del sexo, publicado por Pere Estupinyà

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