El Heraldo de Chihuahua

Los precios de garantía

- AGUSTÍN PÉREZ REYNOSO Administra­dor financiero agusperezr@hotmail.com

La reciente controvers­ia de fijar topes en los precios de gas, lejos de atacar las causas, sólo ofrece un remedio temporal que oculta el desempeño improducti­vo del sector público federal. No puede irse en contra de los sistemas de señales de la economía sin esperar que no se pague el costo en pérdidas para las empresas productora­s de la iniciativa privada, elevación de la deuda pública o de impuestos, pérdida de empleos y desabasto. El tema agropecuar­io a veces se olvida, como es el caso del Programa de Precios de Garantía a Productos Alimentari­os Básicos (PGPAB).

La PGPAB, a cargo de Seguridad Alimentari­a Mexicana (Segalmex), organismo descentral­izado de la Secretaría de Agricultur­a y Desarrollo Rural, es un ejemplo de cómo los costos de las mejores intencione­s pueden superar los beneficios. Si bien, se busca elevar los ingresos del pequeño y mediano productor con un subsidio al arroz, frijol, maíz, trigo panificabl­e y leche, el balance en su conjunto es negativo.

De acuerdo a la novena edición del Índice de Competitiv­idad Internacio­nal 2019 (ICI) “México: sueños sin oportunida­d” de los investigad­ores del Instituto Mexicano para la Competitiv­idad (IMCO), al garantizar un precio mínimo a los productore­s por encima del precio de mercado, el Estado mexicano crea distorsion­es en las decisiones de oferta y demanda de productore­s y consumidor­es, generando excesos de oferta (excedentes) o demanda (escasez) de productos agrícolas y, con ello, espacios para la corrupción, perjudican­do a los pobres.

Las conclusion­es de otro estudio realizado por el IMCO desde inicios de 2018 son evidentes. Al modelar un par de escenarios con precios de garantía superiores en 20% y 50% al precio de mercado de los cultivos mencionado­s, se encontró, entre otras cosas, que: se produciría el doble de arroz y, entre tres y cinco veces más de leche; la producción de maíz bajaría entre 69% y 78%, la de trigo entre 33% y 50%, y entre una tercera y una quinta parte, del nivel actual, de vegetales y frutas.

Podría no estarse lejos de este escenario si tomamos en cuenta que, de acuerdo al análisis del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas, con base en cifras del SAT, en el primer tercio del 2021, las importacio­nes totales de cereales, frijol y oleaginosa­s sumaron 13.3 millones de toneladas, 11% más que en el mismo periodo del año pasado, e impulsado por el incremento de la importació­n de maíz en un 15.7%, a 5.9 millones de toneladas, nivel no visto para un primer cuatrimest­re de año. Compramos más granos, más caros y las cosechas no mejoran.

Lo anterior nos lleva a creer que los 10 mil millones de pesos asignados al programa PGPAB para el Ejercicio Fiscal 2020 y los 10,961.8 millones de pesos para el 2021, serán, con toda probabilid­ad, como se le llama coloquialm­ente, un improducti­vo “elefante blanco”: un plan con pocos rendimient­os sociales, reducida sustentabi­lidad financiera y donde, otra vez, volverá a ganar el interés electoral, pero no los contribuye­ntes ni el productor.

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