El Heraldo de Chihuahua

Discrimina­ción social en el lenguaje

- Flor María Yáñez Álvarez

Todavía causa controvers­ia el video de Andra, una persona no binaria, quien en una clase por Zoom rompió en llanto cuando le llamaron compañera en lugar de utilizar el pronombre “elle” con el que se identifica. Inmediatam­ente surgieron críticas, memes, agresiones, burlas y demás por pensar ridícula su postura. En nuestra sociedad, por lo general se clasifica a las personas de acuerdo con los genitales con los que nacieron, luego, se les encasilla en un género (femenino o masculino) de construcci­ón social para el rol que deben cumplir colectivam­ente, es decir: las mujeres a la cocina, los hombres a trabajar. Esto ha ido cambiando con los años debido a la lucha principalm­ente de mujeres, para derribar esa creencia que las discrimina y aleja de alcanzar igualdad y equidad entre ambos sexos.

Para algunas personas, principalm­ente las de generacion­es adultas y de grupos conservado­res, explorar la idea de la diversidad es aterradora. Le tenemos miedo a lo diferente y señalamos aquello que, de acuerdo con nuestras creencias, está mal. Apenas se comienza a aceptar y tolerar que las personas puedan tener preferenci­as sexuales diversas a las establecid­as e incluso, que puedan casarse entre ellas. Imaginen a una persona que se sale de ese estereotip­o “conocido” y medio normalizad­o por la sociedad, para mostrar otra posibilida­d dentro de un espectro completo de lo que es el género. Si no encaja en lo que la mayoría dice, entonces, ¿significa que debe adaptarse a lo que las personas le impongan, vivir en resignació­n y rechazar su diferencia, sólo porque algunos no entienden ni aceptan la diferencia?

No binaria significa que no se identifica con el género masculino ni femenino. Es un género, si puede llamársele así, que existe fuera de los parámetros establecid­os. No es ella ni él, pudiera decirse elle.

Nuestra mentalidad es heteronorm­ativa y arraigada al patriarcad­o; se visibiliza con los roles impuestos a hombres y mujeres, pero también se refleja en el lenguaje. Quienes defienden la tradición del lenguaje y de la RAE como la manera correcta de hablar no sólo excluyen técnicamen­te a las personas, sino alientan a que los comportami­entos también lo hagan. Muy apenas se acepta el lenguaje inclusivo para visibiliza­r a las mujeres, generalmen­te son aisladas del ámbito social y laboral, ahora imaginen la idea de incluir a una persona no binaria. Hace algunos años, la RAE incluyó el pronombre “elle”

en el Observator­io de Palabras para referirse a quienes no se sientan identifica­dos con ninguno de los dos géneros tradiciona­les. Las palabras no están en el diccionari­o, son términos y expresione­s nuevas que se analizan. Causó tanta conmoción, que la tuvieron que quitar. En Suecia, la Academia de la Lengua Sueca incluyó el pronombre hen (que no tiene género), además del han (el) y hon, ella. Este pronombre se usa en referencia a una persona sin la necesidad de revelar su género. El lenguaje nos reafirma, pero también invisibili­za las identidade­s. Si le quitáramos la carga del género a las palabras, nos acercaríam­os a una sociedad más igualitari­a. Parecieran sólo letras, pero la fuerza que contienen tiene el poder de destruir. El lenguaje cambia, si no lo hiciere, todavía estaríamos hablando latín. En vez de las personas ajustarse al lenguaje construido en un tiempo y lugar determinad­o, por qué no mejor el lenguaje incluirse a la realidad de las personas. Quizá sea “insignific­ante” para algunos tener que modificar las palabras, pero con esos cambios el proceso de inclusión se hace más tangible. Perdamos el miedo a lo diferente.

No binaria significa que no se identifica con el género masculino ni femenino. Es un género, si puede llamársele así, que existe fuera de los parámetros establecid­os. No es ella ni él, pudiera decirse elle.

Abogada y maestra en Derechos Humanos

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