Bolsonaro frente a la resistencia que no puede ignorar
Desde el comienzo de la pandemia de Covid-19 en 2020, uno de los países que ha llamado la atención por la magnitud del daño ha sido Brasil. Según Our World In Data, la cifra de muertos supera el medio millón, solo detrás de Estados Unidos. Tan solo en el estado de Río de Janeiro, se estima que 0.5 por ciento de la población ha fallecido a causa de Covid-19. Probablemente todos los ciudadanos del estado tienen algún familiar, amigo, colega o conocido que perdió la batalla contra la enfermedad.
Al centro de la tragedia está el presidente Bolsonaro, que ha disuadido el uso de cubrebocas, la aplicación de vacunas y a su vez ha promovido las noticias falsas y el uso de la hidroxicloroquina. En resumen, el manejo de la crisis por parte del presidente ha sido impresentable.
Sin embargo, en medio del panorama sombrío en el país surge el rotundo éxito de la aceptación de las vacunas contra Covid-19. En un editorial publicado por el New York Times titulado Bolsonaro quizá no logre acabar con todos nosotros, la autora Vanessa Barbara relata cómo la sociedad brasileña ha tenido un entusiasmo único en el mundo por las vacunas, ya que solamente cinco por ciento se declara en contra del inmunizante. Hoy en día Brasil ocupa el lugar #14 en la lista de los países vacunando con mayor velocidad.
Este episodio nos hace pensar que, quizá, todavía existen características positivas de la sociedad que los líderes autoritarios no han podido tocar. Aquellas que llevaron décadas y el esfuerzo de miles de ciudadanos para ser adoptadas y se consolidaron gracias al valor simbólico y beneficio a lo largo del tiempo.
En el caso de Brasil es el respeto al sólido sistema de salud pública y la tradición de apoyo y acceso a las vacunas.
Sí, los gobernantes y la situación política tienen la capacidad de minar las instituciones y cambiar algunos comportamientos a largo plazo, pero, en la mayoría de los casos, serán las personas quienes puedan mantener las tradiciones sociales vivas.