El Heraldo de Chihuahua

Tragaluz 7

- Por aquello de que la saliva y el agua hay que ahorrarlas [...] En sus glorias, el sol. Le había pegado fuego a los abismos del aire. Desde su lugar, él veía el destrozo; el azogue goteando del fondo azul del cielo. Escupió su desprecio por el clima de pe

Desvió la mirada hacia la bolsa de la camisa para sacar de ahí un reloj. Sus dedos índice y pulgar de la mano derecha lo pescaron con la habilidad del muy carterista. El reloj salió girando colgado de una gruesa cadena con varios nudos. Moloy esperó a que se desbaratar­an solos. Yo miraba el reloj ir entrando a la calma como un pez a la muerte del aire. En su agonía, el relejo azul de sus escamas nos acribillab­a a los dos; más a Moloy. Algo ciego quedé cuando al in se detuvo. Quieto y frío, como una luna...

Los relatos de este libro muestran mundos fuera del tiempo. Por eso Gardea impone un tempo para leerlos. Uno no puede avanzar si no es al ritmo que el narrador impone. El sol, el sudor y el calor determinan la parquedad del escritor y sus personajes para que la saliva no se lleve con las palabras la humedad del cuerpo. Este mundo literario no se pudo construir sin la experienci­a del clima, la luz y el desierto de Ciudad Juárez, en donde vivió Jesús:

En mi relectura renacen las emociones de hace treinta y cuatro años: su mundo desolado, sin esperanzas y sin proyectos de nada. Los personajes miran el polvo, los arenales, la luz enemiga, el paisaje desolado en donde la vista sólo se detiene en un árbol seco. Los cigarros, una botella de refresco y un reguero de moscas muertas adquieren la importanci­a de presencias contundent­es. Porque no hay más que ver, qué nombrar. Nada en qué gastar la mirada o las palabras. Pero la gente no se va, ahí se queda, aburrida y abandonada, ensayando con la siesta el momento en que la muerte los libre de la ausencia de todo. La vida sexual y el cuerpo sólo aparecen en el ensueño, como en “La guitarra”, en donde la huella que el instrument­o deja en la pared se palpa como las curvas carnosas de una mujer.

Todas las obras de Jesús están nimbadas por el misterio, como ese ciclista que vive dando vueltas en el pueblo montado en una bicicleta roja. Cuando desaparece y la gente pregunta por él, dicen que se fue a las latitudes, a sus latitudes, las “Latitudes de Habacuc”, que no son líneas geográicas, sino ¿unas líneas para- lelas a la realidad?

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