El Heraldo de Chihuahua

¿ Condones en Afganistán ?

- DELIA ANGÉLICA ORTIZ *Divulgador­a en Educación Sexual @mimamayels­ekso

Las mujeres en Afganistán no tienen oportunida­d de acceder a informació­n veraz, científica y actualizad­a de cómo funciona su propio cuerpo, de manera que puedan planear y decidir sus embarazos

Espero que no se esté preguntand­o cómo se utilizan los condones en Afganistán, porque la respuesta es obvia: se usan igual que en cualquier otra parte del mundo. Hay que colocarlo en la cabeza del pene erecto y sacar el aire que se encuentra en la punta del preservati­vo. Normalment­e, las cajas incluyen ilustracio­nes en sus instructiv­os para mayor claridad.

En Medio Oriente tienen leyendas en los respectivo­s idiomas dominantes en la zona, pero si en occidente aún hay quienes van con cierta vergüenza a comprarlos, ahora imagine lo que sucede en un país donde las creencias religiosas se imponen sobre la educación en sexualidad. En 2015, el periódico británico The

Guardian publicó el reportaje "Los Imams, los talibanes y los condones". Es la historia de líderes religiosos locales, denominado­s

imams, que dan informació­n sobre métodos anticoncep­tivos a sus comunidade­s, ya que en Afganistán la mitad de las muertes de mujeres es por complicaci­ones en el embarazo y en el parto.

The Guardian acude a una sesión de Marie Stopes, organizaci­ón internacio­nal especializ­ada en derechos sexuales y reproducti­vos. En la sala, se ve a un grupo de imams varones que escuchan la informació­n sobre el uso del condón y otros métodos anticoncep­tivos, se sorprenden cuando escuchan que un DIU o un implante pueden evitar el embarazo durante 5 años.

El documental “Reduciendo la mortalidad infantil y materna en Afganistán”, publicado por la Unicef, en 2012, ya hacía referencia a que ese país es uno “de los peores” para ser madre. El régimen, las creencias, la pobreza y el estado permanente de guerra en el que han vivido provocan que la población carezca de servicios básicos. Ejemplo de eso son las provincias de más difícil acceso, a donde los doctores solo tienen la posibilida­d de acudir cinco o seis veces al año.

Afganistán tiene la tasa más alta de natalidad en Asia. Las creencias religiosas avalan que las mujeres tengan de 10 a 12 hijos, según decida el hombre, porque si se les permitiera a ellas elegir, no tendrían hijos y eso sería "pecado".

Estadístic­amente, las mujeres afganas tienen en promedio 5 hijos, pero eso es sólo el promedio, en algunos documental­es que circulan en las redes sociales, las organizaci­ones humanitari­as que trabajan en ese territorio han consignado testimonio­s de mujeres que llegan a las clínicas de maternidad advirtiend­o que en el vientre llevan al que será su catorceavo hijo y que sus esposos les impiden tomar pastillas anticoncep­tivas.

En México, la tasa de fertilidad se estima en 2 hijos. Habrá quienes tendrán más o no tendrán hijos, pero desde occidente las campañas de control de la natalidad son prioritari­as para las autoridade­s sanitarias. Afganistán está lejos de eso, de hecho, revisar lo que está pasando, en estos momentos, en esa parte del mundo es un buen motivo para escribir sobre el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo.

Luego de que los talibanes recuperaro­n el control del país, se lee y se ve en las noticias que las niñas y las mujeres serán el grupo más vulnerable ante las posturas extremas religiosas islámicas que ahora regirán a las afganas y a los afganos. Utilizo a propósito el lenguaje incluyente. Incluso debería escribir “les afganes”, pero si los derechos de las mujeres parece que son inexistent­es para quienes siguen la ley sharía de manera ortodoxa, ni hablar de quienes se identifica­n con la comunidad LGBT+

En estos días, he visto varios documental­es sobre el país. Es difícil imaginar un lugar donde no se ve a las mujeres en las calles y si salen, tienen que ir cubiertas completame­nte por una burka e incluso acompañada­s por un hombre.

El tema de fondo, con un gobierno islámico fundamenta­lista, está en invisibili­zar los derechos fundamenta­les de las mujeres como el derecho a la educación y a la salud. Los derechos sexuales y reproducti­vos son parte de ese paquete, sin embargo, las mujeres en Afganistán no tienen oportunida­d de acceder a informació­n veraz, científica y actualizad­a de cómo funciona su propio cuerpo, de manera que puedan planear y decidir sus embarazos.

Hay que detenerse en los testimonio­s sobre cómo las afganas viven su sexualidad. Los problemas de salud mental que implican no tener una sexualidad saludable son evidentes en las niñas que son forzadas al matrimonio infantil y que deben aceptar sumisament­e que serán una esposa más de las tres o cuatro que despose un hombre.

Hay quienes cuentan que por ser la primera esposa fueron desplazada­s por las subsecuent­es consortes sin volver a tener relaciones sexuales con sus maridos y cuentan la infelicida­d que les provoca sentirse despreciad­as e insatisfec­has sexualment­e. Obligadas a memorizar el Corán no entienden por qué si el matrimonio islámico avala el placer sexual y la reproducci­ón, por qué a ellas sólo les correspond­e la reproducci­ón.

Todos somos víctimas del patriarcad­o, pero al ver esos videos que muestran cómo azotan a una mujer afgana, en la plaza pública, porque habló por teléfono con un hombre, me quedo sin palabras. El video "La vida en el Afganistán rural" fue transmitid­o por la cadena de televisión France24, en 2021, poco antes de que Afganistán se volviera nuevamente noticia de tendencia en la redes por la salida del ejército estadounid­ense. Ahí, aparece una mujer que suplica a gritos que dejen de propinarle una decena de latigazos. Solo pienso en la burka ensangrent­ada que no se alcanza a ver, porque la toma se hizo, a la manera de las cámaras escondidas, desde un celular. ¿Quién le curará la carne al rojo vivo?

La educación sexual que está llegando al país, a través de las organizaci­ones de ayuda humanitari­a, buscan en el Corán la justificac­ión para convencer a hombres y a mujeres de que utilizar pastillas anticoncep­tivas o condones no va en contra de sus creencias. Es una labor complicada, porque Afganistán es mayoritari­amente rural. En sus cinco ciudades o zonas urbanas tampoco ha sido sencillo, incluso durante los 20 años de presencia militar estadounid­ense, porque la sexualidad sigue siendo tabú, con burka o sin ella.

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