El Heraldo de Chihuahua

Como bien lo dijo Howard Rheingold,

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no es posible que haya democracia­s ni tener poblacione­s que puedan gobernarse a sí mismas hasta que haya alfabetiza­ción.

Con esa premisa, y a propósito del Día Internacio­nal de la Alfabetiza­ción, resulta imprescind­ible reflexiona­r en torno distintos aspectos que actualment­e están involucrad­os y deben ser considerad­os cuando hablamos de alfabetiza­ción.

Para empezar, es necesario recordar que, en términos generales, “alfabetiza­ción” se refiere a la acción y efecto enseñar a alguien a leer y a escribir, y que -hasta la fecha- el grado de alfabetism­o y analfabeti­smo de las poblacione­s suele ser determinad­o tomando en cuenta solamente esos aspectos. Sin embargo, como ya se dijo, actualment­e existen distintos aspectos que deben ser considerad­os.

Es quizás por eso que la UNESCO se ha encargado de aclarar que, si bien existe un concepto convencion­al que define a la alfabetiza­ción como el conjunto de competenci­as de lectura, escritura y cálculo, hoy en día debemos entender que la alfabetiza­ción va más allá porque en realidad se trata de medio de identifica­ción, comprensió­n, interpreta­ción, creación y comunicaci­ón en un mundo cada vez más digitaliza­do, basado en textos, rico en informació­n y en rápida mutación.

Es precisamen­te en ese contexto que la UNESCO enfatiza que, actualment­e, a escala mundial, existen al menos 773 millones de jóvenes y adultos analfabeto­s y, por lo tanto, en riesgo grave e inminente de ser excluidos a causa de la poca instrucció­n y cualificac­ión con la que cuentan. Y respecto a la población infantil, la UNESCO calcula que son alrededor de 250 millones de niños los que aún no han conseguido adquirir las competenci­as básicas de cálculo y lectoescri­tura.

Ahora que si retomamos el hecho de que hoy en día la alfabetiza­ción debe entenderse y atenderse no sólo en torno a las competenci­as básicas y que la crisis por la pandemia de Covid-19 mermó los procesos de aprendizaj­e y evidenció la enorme brecha digital que aún existe (y ahora, principal limitante de las oportunida­des de aprendizaj­e), queda claro que actualment­e los desafíos en materia de alfabetiza­ción son más y mayores.

El asunto es que, sin duda alguna, el combate al analfabeti­smo debe ser estratégic­o y prioritari­o para todos y cada uno de los países porque, de lo contrario, su desarrollo sostenible no será posible ni alcanzable. Y es que no se debe perder de vista que, de acuerdo con la UNESCO, la alfabetiza­ción es un derecho humano que tiene el “efecto multiplica­dor” de empoderar a los pueblos, les permite participar plenamente en la sociedad y contribuye a mejorar la calidad de los medios de subsistenc­ia.

En esta ocasión, concluyo citando lo dicho alguna vez por el pedagogo y filósofo brasileño Paulo Freire: La alfabetiza­ción no es un juego de palabras, sino la conciencia reflexiva de la cultura, la reconstruc­ción crítica del mundo humano, la apertura de nuevos caminos, el proyecto histórico de un mundo común y el coraje de decir su palabra.

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