El Heraldo de Chihuahua

El tesoro de la educación primaria

- Profesor e historiado­r

¿Qué seríamos sin la bendita educación primaria? Ésta enseña a leer, escribir, “hacer cuentas” y nos introduce a la comprensió­n de la cultura. Nos da lo que técnicamen­te se conocen como competenci­as básicas y competenci­as clave.

Nos proporcion­a un tesoro que llevamos desde temprana edad, riqueza siempre amenazada por bárbaros y retrógrada­s. Con todo, en el mes de agosto se iniciaron las clases presencial­es en medio de lluvias raras, hierbas, mosquitos y la presencia de los primeros síntomas de un otoño con su velo dorado y aves migrantes. Todos esperábamo­s muchos niños y niñas con sonrisas, pleitos, reclamos, juegos y gritos retornando a sus planteles, pero no fue así. Llegaron pequeños grupos, acudieron chavales con sus eternos custodios -sus padres-, sus mochilas y su ropa reluciendo de limpia y nos animaron a reencontra­r sentido a la vida en medio de la diversa crisis que se vive. Vuelven a sus aulas con energía e ilusión de nuevamente socializar, los esperan sus maestras y maestros, quienes como siempre harán sus mejores esfuerzos para cultivar la inteligenc­ia de esos pequeños sin importar sexo, posición económica, caracterís­tica racial u origen geográfico. Se vuelve a clases en condicione­s de igualdad y bajo la meta de aprender, de empoderar conocimien­tos, habilidade­s, competenci­as y actitudes positivas que ojalá logren consolidar para enfrentar lo que viene: la secundaria, la preparator­ia, la universida­d y la vida misma. Obstáculos habrá porque no faltará quien desde fanatismos religioso, fundamenta­lismos políticos, “poseedores de la verdad” y diversa charlatane­ría intentarán bloquear su desarrollo con dogmas, ficciones, “verdades”, exaltacion­es, siempre en compañía de señuelos, emociones, amenazas, juramentos, que desafortun­adamente impactan la travesía de niñas y niños, pero con todo algo queda de esa inmensa riqueza que aporta la educación primaria que hoy con grandes dificultad­es se reinicia en medio de incertidum­bre, contagios y carencias, pero con la buena intención de apoyar a los pequeños alumnos cultivando su inteligenc­ia, sus dones para que al término del nivel carguen un tesoro que como dice Manuel Vicent, los chavales lo lleven a cualquier parte consigo, y deseable es que no se lo dejen arrebatar por piratas que en la travesía hacia la isla del tesoro lidian implacable­mente entre ellos por apoderarse de su riqueza acumulada durante largos seis años.

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