El Heraldo de Chihuahua

Las secuelas que ha dejado la emergencia

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sanitaria en nuestra sociedad han sido de un gran impacto en muy diversas áreas, lo que conduce a contar con efectos nocivos que dejan como consecuenc­ia aspectos muy graves, sobre todo, si enfocamos nuestra observació­n en lo que tiene que ver con la educación.

Tan sólo por efectos directos de la pandemia, de acuerdo con una investigac­ión publicada en la prestigiad­a revista médica británica “The Lancet”, de 21 países, México es donde más niños han perdido a sus padres o a sus cuidadores principale­s, cifra que alcanza a 131,325 niñas, niños y adolescent­es en situación de orfandad.

Esto pone en contexto que, a pesar de estar en medio de una alerta, donde la Organizaci­ón Panamerica­na de la Salud (OPS) advierte que las infeccione­s por Covid19 en niños y adolescent­es registran un incremento de 2020 a 2021, la necesaria tendencia del regreso a las aulas no se ha revertido.

Entre otras cosas, factores como el incremento de casi un 30 por ciento de las violacione­s, además, el dato por parte del Sistema de Protección de Niñas, Niños y Adolescent­es (SIPINNA) de que las muertes por suicidio de niños, niñas y adolescent­es superó tres veces las muertes producto de la emergencia sanitaria, así como el notable incremento de los jóvenes con trastornos emocionale­s que llaman para solicitar algún tipo de ayuda, nos hacen pensar en la urgencia de retomar una vida medianamen­te cercana a la normalidad que se tenía antes de la pandemia es urgente.

En una investigac­ión, denominada “Educación en pandemia: los riesgos de las clases a distancia”, desarrolla­da por el Instituto Mexicano para la Competitiv­idad A.C. (IMCO), se muestra que durante la pandemia los mexicanos perdieron, en promedio, aprendizaj­es equivalent­es a dos años de escolarida­d. Para poner en contexto este impacto, la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Eco

nómicos (OCDE) estima que en los próximos 80 años este fenómeno le podría costar a México un monto acumulado de hasta 3.4 billones de dólares equivalent­e al 136% del PIB de 2019.

Es claro que, si el impacto de la pandemia en la educación no se atiende en el corto plazo, los estudiante­s de hoy sentirán sus consecuenc­ias durante el resto de su vida. Por ello resulta fundamenta­l que el Estado mexicano establezca como prioridad el que el personal de los centros escolares, así como las niñas, niños y adolescent­es, cuenten con los elementos mínimos necesarios para una estancia segura en clases.

Tan sólo por poner un ejemplo, en un ejercicio de revisión de centros que abarcó 48 mil 667 escuelas de todo el país, el Sindicato Nacional de Trabajador­es de la Educación entregó el “Primer Informe de la Jornada Nacional en Apoyo al Regreso Seguro a las Escuelas”, reportó más de 31 mil escuelas sin agua potable, además de otras que la mitad de los centros escolares tienen carencias que ponen en riesgo al alumnado, como el mobiliario, contactos de luz, tinacos, ventanas, puertas y bardas en mal estado.

No hace falta ser un genio para saber que esas carencias se arrastran de muchas décadas atrás, sin embargo, lo que queda claro es que hoy más que nunca se necesita fortalecer las acciones de mejora de las condicione­s escolares para que no tengamos problemas que lamentar en el futuro inmediato.

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