El régimen destructor
Si algo salta a la vista, siendo objetivos, fuera de visiones partidistas o ideológicas, es el enfático ánimo destructor de nuestro presidente actual, que utiliza el aparato federal con impunidad para lograr esta labor de destrucción.
Nunca en la historia atribulada de nuestro país habíamos sufrido el nivel de autodestrucción que hemos sufrido a manos del actual régimen. Lo que distingue al presente régimen es el hecho de que no es una destrucción con la intención de construir algo nuevo, por el contrario, se destruye para preservar algo viejo, como el sistema político y económico de los setenta y parte de los ochenta del siglo pasado.
El arranque de la destrucción se dio de manera trascendental con la cancelación del aeropuerto internacional de la Ciudad de México. Se argumentó la existencia de actos de corrupción, que en vez de señalarlos y perseguirlos se optó por la cancelación de la obra, lo que nos costó de inicio una pérdida de 400 mil millones de pesos, de dinero público, echados a la basura. Además de una deuda en bonos en dólares por 6 mil millones de dólares que representan un pago de más de 300 millones de dólares anuales en intereses en algunos casos hasta por 30 años.
¿Qué tenemos en su lugar? Un aeropuerto construido por ¿soldados albañiles?, qué degradante para nuestros soldados, que no ha podido obtener su calificación por la autoridad aeroportuaria internacional.
Luego tenemos la energía, se cancelaron los acuerdos para la extracción de petróleo en aguas profundas, se canceló la construcción de gasoductos para traer a México el gas natural texano, el más barato del mundo, se eliminaron las facilidades y los proyectos de producción de energías limpias, como la fotovoltaica (solar) y la eólica (viento), todo para favorecer el uso de combustóleo que no puede refinar Pemex por su incapacidad.
¿Más destrucciones? El Seguro Popular, que había demostrado su eficacia para las clases más desprotegidas; las guarderías infantiles; el sistema de salud que se encuentra en los puros huesos, y sin medicamentos para el cáncer y el combate al Covid; el saqueo de todos los fideicomisos, entre ellos el Conacyt, la principal institución de desarrollo tecnológico del país.
Podríamos continuar con más acciones destructivas realizadas por el actual gobierno, pero sólo queda espacio para una más, ya habrá ocasión de mencionar otras.
Esta última es muy arriesgada, me refiero a la relación con los Estados Unidos. Nuestro principal socio económico, a quien le compramos el 85% de lo que importamos y le exportamos el 80% de lo que producimos.
Requerimos de los norteamericanos para que nos apoyen económicamente y nos donen vacunas, pero creemos que están tan necesitados de México que van a pasar por alto el que se haya dado espacio y legitimidad a los gobiernos de Venezuela y Cuba en la reciente reunión de la Cepal. Estas expresiones nos hacen entrever una esquizofrenia en el trato con nuestro vecino del Norte.
¡Vaya una destrucción! Nuestro país no la merece.