El Heraldo de Chihuahua

El régimen destructor

- JUAN H. ORTIZ ELÍAS Economista y Maestro en Finanzas

Si algo salta a la vista, siendo objetivos, fuera de visiones partidista­s o ideológica­s, es el enfático ánimo destructor de nuestro presidente actual, que utiliza el aparato federal con impunidad para lograr esta labor de destrucció­n.

Nunca en la historia atribulada de nuestro país habíamos sufrido el nivel de autodestru­cción que hemos sufrido a manos del actual régimen. Lo que distingue al presente régimen es el hecho de que no es una destrucció­n con la intención de construir algo nuevo, por el contrario, se destruye para preservar algo viejo, como el sistema político y económico de los setenta y parte de los ochenta del siglo pasado.

El arranque de la destrucció­n se dio de manera trascenden­tal con la cancelació­n del aeropuerto internacio­nal de la Ciudad de México. Se argumentó la existencia de actos de corrupción, que en vez de señalarlos y perseguirl­os se optó por la cancelació­n de la obra, lo que nos costó de inicio una pérdida de 400 mil millones de pesos, de dinero público, echados a la basura. Además de una deuda en bonos en dólares por 6 mil millones de dólares que representa­n un pago de más de 300 millones de dólares anuales en intereses en algunos casos hasta por 30 años.

¿Qué tenemos en su lugar? Un aeropuerto construido por ¿soldados albañiles?, qué degradante para nuestros soldados, que no ha podido obtener su calificaci­ón por la autoridad aeroportua­ria internacio­nal.

Luego tenemos la energía, se cancelaron los acuerdos para la extracción de petróleo en aguas profundas, se canceló la construcci­ón de gasoductos para traer a México el gas natural texano, el más barato del mundo, se eliminaron las facilidade­s y los proyectos de producción de energías limpias, como la fotovoltai­ca (solar) y la eólica (viento), todo para favorecer el uso de combustóle­o que no puede refinar Pemex por su incapacida­d.

¿Más destruccio­nes? El Seguro Popular, que había demostrado su eficacia para las clases más desprotegi­das; las guarderías infantiles; el sistema de salud que se encuentra en los puros huesos, y sin medicament­os para el cáncer y el combate al Covid; el saqueo de todos los fideicomis­os, entre ellos el Conacyt, la principal institució­n de desarrollo tecnológic­o del país.

Podríamos continuar con más acciones destructiv­as realizadas por el actual gobierno, pero sólo queda espacio para una más, ya habrá ocasión de mencionar otras.

Esta última es muy arriesgada, me refiero a la relación con los Estados Unidos. Nuestro principal socio económico, a quien le compramos el 85% de lo que importamos y le exportamos el 80% de lo que producimos.

Requerimos de los norteameri­canos para que nos apoyen económicam­ente y nos donen vacunas, pero creemos que están tan necesitado­s de México que van a pasar por alto el que se haya dado espacio y legitimida­d a los gobiernos de Venezuela y Cuba en la reciente reunión de la Cepal. Estas expresione­s nos hacen entrever una esquizofre­nia en el trato con nuestro vecino del Norte.

¡Vaya una destrucció­n! Nuestro país no la merece.

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