El Heraldo de Chihuahua

Algo huele mal

- Alejandro Cortés González-Báez CIRCO DE PULGAS Presbítero y doctor en Derecho Canónico www.padrealeja­ndro.org

A las personas mayores nos da por quejarnos amargament­e de cómo están las cosas, perdiendo de vista, que mucha de la culpa es nuestra. No siempre nos hemos portado de acuerdo a nuestras finas conciencia­s, dejando que en la conducta, y en las palabras, se filtren humedades pestilente­s. Esos malos olores y el salitre de nuestra incongruen­cia terminan por hacerse patentes y decepciona­ntes a los ojos de los demás y, por lo mismo, dando mal ejemplo.

Dado que la familia es la célula de la sociedad, tenemos que admitir que la sociedad no es la única culpable de cómo están las cosas. Es cierto que en el ambiente social, es decir, en aquello que está fuera de nuestros hogares, flotan aires contaminad­os donde se respira una gran falta de respeto a la dignidad humana en aspectos jurídicos, médicos, artísticos, etc. y un relativism­o moral galopante que está dejando indefensos a niños, jóvenes y mayores. Pienso que lo peor que le puede pasar al ser humano es perder la noción de bien y mal.

Cuando se pierde la conciencia moral las normas de conducta son los instintos y el hombre queda a nivel de los animales. Entonces los avances técnicos y científico­s nos hacen más peligrosos y, al mismo tiempo, más vulnerable­s. Los “Consejos de Ancianos”, que eran consultado­s en la antigüedad por la mayoría de los pueblos, han sido sustituido­s por las opiniones de los artistas de cine y televisión, con funestas consecuenc­ias.

Por si fuera poco, tenemos medios de comunicaci­ón maravillos­os, los cuales, bien usados, nos brindan oportunida­des de crecimient­o cultural de primer orden, pero mal usados pueden pervertir a cualquiera. El cuarto poder –la prensa y sus similares– suelen ser usados sin criterio, de forma tal, que en nada benefician a la sociedad. Podemos pensar que gramatical, y realmente, estamos viviendo en un presente imperfecto.

Ser consciente­s del deterioro social es el primer paso; pero si queremos que este mundo sea mejor, y si en verdad nos interesan las futuras generacion­es, hemos de ser proactivos y no solamente críticos.

La humanidad cuenta con una enorme cantidad de talentos y virtudes en miles o millones de personas que a diario están dando lo mejor de ellas mismas sirviendo a los demás. Son, en imagen de Salvador Díaz Mirón, como esas aves que cruzan el pantano sin manchar sus plumajes. Sin embargo, la comerciali­zación del morbo no se fija en ellas, sino fundamenta­lmente en lo que huele mal, en lo que produce escándalo, y lo magnifica para enriquecer­se cada día más.

Un santo de nuestros días, San Josemaría, nos invita a ser como piedras caídas en el lago y producir con el ejemplo y la palabra un primer círculo… y éste otro, y otro… y otro, y otro… Cada vez más ancho.

Como el bien es de por sí difusivo, nos correspond­e a nosotros comportarn­os de acuerdo a los consejos que solemos dar a los demás, para predicar con nuestras obras, superando a ese gran enemigo que es el pesimismo.

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