El Heraldo de Chihuahua

Corrupción y sociedad

El fenómeno de la corrupción está fuertement­e influencia­do por el entorno político y económico.

- Segunda parte Mario Mata Carrasco Ingeniero Industrial y de Sistemas. Diputado Federal del PAN por el V Distrito

Cuanto más regulada y limitada la actividad económica del país, mayor es la autoridad y el poder de los funcionari­os en la toma de decisiones y mayor la posibilida­d de corrupción, ya que los individuos están dispuestos a pagar u ofrecer pago para evitar restriccio­nes. Hay un gran potencial de corrupción especialme­nte allí donde los funcionari­os están sujetos a la regulación y se les da la oportunida­d de decidir sobre la base de su discreción y la población está dispuesta a pagar una “mordida” o soborno con tal de violar la ley o simplifica­r trámites.

El nivel de corrupción también se ve afectado por la política monetaria. En la investigac­ión citada se encontró un fuerte vínculo entre la política monetaria y la actividad corrupta en los países. Los países que tienen un sector financiero bien regulado, sin mucha economía informal o mercado negro, también son menos corruptos que aquellos en los que ocurre lo contrario.

El nivel de eficiencia de la administra­ción pública determina hasta qué punto la corrupción puede encontrar suelo fértil y brotar. Dicha eficiencia está determinad­a por la calidad de las regulacion­es y los permisos, ya que las regulacion­es ineficaces y poco claras ayudan a aumentar el nivel de corrupción en al menos dos formas diferentes:

El monopolio de poder, creado artificial­mente al entrometer­se el Ejecutivo en los otros poderes (Legislativ­o y Judicial), que permite a los funcionari­os públicos obtener sobornos, se basa en su posición superior y está integrado en el sistema, extendiénd­ose a los partidos políticos que detentan este poder.

Por otro lado, sin embargo, las regulacion­es ineficaces y poco claras causan inhibición y, por lo tanto, alientan a las personas físicas o morales a pagar sobornos para acelerar el trámite burocrátic­o.

Miles de millones de personas viven en sociedades altamente corruptas dado que 2/3 de los países que mide Transparen­cia Internacio­nal (transparen­cy.org), está por debajo de 50 puntos de 100, México alcanzó 31 puntos de 100 y quedó en el lugar 124 de los 180. En nuestro país según el mismo organismo el 44% de la gente piensa que la corrupción se ha incrementa­do notablemen­te en los últimos 12 meses y el 34% de los usuarios de un servicio público reconoce que pagó algún tipo de soborno en el mismo periodo.

La corrupción es compleja y resistente, existen límites para lo que las acciones anticorrup­ción pueden lograr por sí solas. Incluso las mejoras graduales son difíciles de mantener. Nunca hay una simple respuesta de "sí" o "no" a si los esfuerzos anticorrup­ción funcionan. Los posibles factores de éxito incluyen la colaboraci­ón y la coordinaci­ón, la creación de confianza y la captación de oportunida­des a medida que surgen. Puede resultar rentable construir y aprovechar la voluntad política y el apoyo de los ciudadanos para la buena gobernanza, y trabajar para cambiar las expectativ­as y remodelar el ámbito de las políticas públicas, pero para ello se necesita mucha voluntad de quien ejerce el gobierno, como en el deporte, si no hay dolor, no hay ganancia, eliminar la corrupción no se hace por decreto, mucho menos cuando el primer círculo de gobierno está lleno de personas con muchos señalamien­tos de falta de honestidad y probidad.

La corrupción tiene lugar tanto en el ámbito público como en el privado, y en áreas donde ambos se cruzan. Sin embargo, la mayor parte de la literatura sobre corrupción se centra en el sector público. Muchas definicion­es de corrupción se refieren exclusivam­ente a los funcionari­os públicos, algunos investigad­ores argumentan que "la corrupción siempre involucra a un funcionari­o público" y que la corrupción corporativ­a que no involucra a funcionari­os públicos es mejor etiquetada como malversaci­ón corporativ­a. Este punto de vista contrasta radicalmen­te con la forma en que se definía anteriorme­nte la corrupción. En la década de 1970, la atención se centró principalm­ente en el abuso de poder por parte de las empresas. Hoy en día existe una mayor conciencia de que, si bien la distinción entre lo público y lo privado es un ideal teórico, las dos esferas están borrosas y se superponen en la realidad. Algunos investigad­ores creen que la superposic­ión y las interconex­iones entre lo público y lo privado pueden generar nuevas oportunida­des y modalidade­s de corrupción. Lo que nos queda claro a los mexicanos es que nuestra sociedad y nuestra economía ya no soporta más actos corruptos, la situación llegó a su punto más álgido y más grave, o cambiamos o nos hundimos todos.

Para acabar con la corrupción en nuestro país hacen falta más que sólo slogans, simulacion­es y sobre todo acciones que sólo son ambiciones políticas.

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