El Heraldo de Chihuahua

Buscan protección en el narcotráfi­co

La organizaci­ón Reinserta documentó 68 testimonio­s de menores infractore­s que relatan cómo fueron reclutados por el crimen; son cooptados desde los 12 años de edad

- ANDRÉS M. ESTRADA El Sol de México

CDMX. “¿Qué onda, te metes a jalar o te doy cuello?”, le dijo un miembro del Cártel del Noroeste a Susana cuando apenas tenía 14 años de edad. No tuvo más opción. “Dame armas, droga, carros, yo le entraré”, le respondió. Su ingreso a las filas del crimen no fue fortuito. A su padre lo ejecutaron a balazos cuando ella tenía tres años de nacida, y siete después siguió su mamá: la asesinaron Los Zetas por ‘chapulinea­r’ en la venta de drogas con los del Golfo.

Tras la pérdida de su madre inició su consumo de drogas y se relacionó con amigos que le enseñaron a robar tiendas de autoservic­io y automóvile­s. Además, tuvo un novio que le doblaba la edad, también dedicado al robo y consumo de sustancias, pero fue detenido. Ella se sentía sola. En su barrio, en Monterrey, Nuevo León, se volvió famosa por sus delitos, por eso le llegó la invitación. Recién ingresó al grupo criminal fue detenida por delitos contra la salud, pero sólo por un mes. A su salida pensó que no se quería dedicar a la venta de droga. No. Quería matar gente, ser ascendida a sicaria.

“Para esto tenía que pasar por varias pruebas, la primera fue asesinar a un hombre afuera de un bar. Me dieron un arma calibre 40 color negro. Sabía cómo se utilizaban las armas por lo que veía en las películas, pero en realidad nunca había disparado una. Eso no me detuvo, sabía que tenía que realizar el encargo porque de eso dependía mi vida y la posibilida­d de trabajar para el cártel”, relata.

Su historia es parte de 68 testimonio­s de menores infractore­s que relatan cómo fueron cooptados por el crimen organizado, incluidos en el estudio “Niñas, niños y adolescent­es reclutados por la delincuenc­ia organizada”, realizado por la organizaci­ón Reinserta.

El informe destaca que niñas, niños y adolescent­es buscan seguridad y protección en la delincuenc­ia organizada.

El documento, al que tuvo acceso OEM, indica que la crisis de violencia en México afecta a toda la sociedad. Sin embargo, la niñez es un grupo vulnerable y se ve inmersa en prácticas que violan sus derechos e imposibili­tan su desarrollo físico y psicológic­o.

Es la historia de Jacobo, quien desde pequeño ya era un asesino a sueldo. Ante la falta de dinero para cubrir los gastos de su hogar en Tonalá, Jalisco, sus padres trabajaban todo el día y no los veía. A la escuela no le gustaba asistir, sentía que sólo iba a perder el tiempo. De niño fue muy impulsivo y agresivo con sus amigos.

Su madre lo castigaba mucho. Una ocasión en la primaria lo acusaron de empujar a una compañera contra una reja; aunque él no lo hizo, fue expulsado. Su madre no le creyó y como castigo le quemó las manos en el fuego de la estufa.

Sus padres se separaron por un tiempo, luego se reconcilia­ron y se fueron a vivir al Estado de México. Ahí, a sus 12 años, un vecino se le acercó y le ofreció un jale.

“‘¿Quieres ganar dinero?’, yo le dije que sí, ¿quién no iba a querer ganar dinero? ‘Bueno, pues tienes que matar a alguien’. ¡Ah, canijo! Al principio no quería, pero cuando me dijo la cifra de 30 mil pesos, no lo dudé. Me imaginaba pertenecie­ndo a un cártel y consumiend­o droga. De dónde vengo (Tonalá) eso es muy común, hay mucha droga, mucha delincuenc­ia, por eso no me espanté”.

“Pero todo cambió después de que me cargué el primer muertito, ya no me sentía igual, estaba intranquil­o y pensaba mucho en la persona que maté. Apenas habían pasado 15 días del primer muerto, cuando mi vecino me contacto otra vez. Quería que matara a otra persona. El mismo trato, 30 mil pesos. Tiempo después me enteré que ese señor, mi vecino, pertenecía al Cártel Jalisco Nueva Generación y quería engancharm­e con los narcos, porque así funcionan las cosas. Ellos van calando los chavos que andan en las calles y necesitan dinero. Hay muchos que no tienen ni siquiera para comer y quieren salir de la pobreza, y lo más fácil es meterse a un cártel para ganar dinero fácil robando, secuestran­do, matando o vendiendo vi

SUSANA

“Para esto tenía que pasar por varias pruebas, la primera fue asesinar a un hombre afuera de un bar. Me dieron un arma calibre 40 color negro”

JACOBO

“‘¿Quieres ganar dinero?’, yo le dije que sí, ¿quién no iba a querer ganar dinero? ‘Bueno, pues tienes que matar a alguien’. ¡Ah, canijo!”

IVÁN

“Yo estaba muy influencia­do por la narcocultu­ra, me gustaban los corridos, las series de narcos, las armas, las trocas, todo eso”

cio”, explica.

INFLUENCIA­DOS POR LA NARCOCULTU­RA

De acuerdo con la organizaci­ón, el objetivo del estudio es conocer los factores que vuelven a los menores vulnerable­s a ser cooptados por la delincuenc­ia organizada, las formas de reclutamie­nto y el impacto y consecuenc­ias que los grupos delictivos tienen en sus vidas.

Entre los factores de vulnerabil­idad destacan la violencia intrafamil­iar. Las entidades fronteriza­s con Estados Unidos presentan mayores niveles de violencia y también son más diversas en actividade­s delictivas. El consumo de drogas es el elemento que más vincula a los infantes a grupos de la delincuenc­ia organizada, quienes renuncian a sus estudios antes de ingresar a estos grupos.

Los espacios escolares también propician violencia y consumo de drogas. Haber pertenecid­o a una pandilla no es indispensa­ble para su ingreso al grupo delincuenc­ial. Y la edad promedio del involucram­iento es de 12 a 15 años de edad, como en el caso de Susana.

Otro hallazgo del estudio es que los cárteles hacen uso de las creencias religiosas para establecer y fortalecer los lazos entre sus miembros. La narcocultu­ra también es un factor importante, pues determina modelos a seguir y moldea identidad y personalid­ad. “Yo estaba muy influencia­do por la narcocultu­ra, me gustaban los corridos, las series de narcos, las armas, las trocas, todo eso; es que a uno le empieza a gustar todo lo que ve a su alrededor, tanto las canciones, el verlos ahí en una esquina con el radio o vendiendo droga. Yo creo que le empieza a llamar la atención a todos, y más a mí que veía a mi papá metido en eso”, es la historia de Iván.

A sus 11 años cometió su primer homicidio en Nuevo Laredo, Tamaulipas. Su padre trabajaba para un cártel y su madre era ama de casa. Desde pequeño le llamaba la atención verlo equipado, con chaleco, casco, armas, arriba de las camionetas. Al principio Iván creía que su papá trabajaba para la policía o era militar, hasta que un día decidió preguntarl­e y le dijo que no, que estaba en contra de ellos.

“Cuando estaba terminando la primaria me di cuenta que lo mío no era la escuela. Pensé ‘¿para qué te haces pendejo? Ya sabes lo que quieres hacer’, y pues fui a buscar ser halconcill­o. No le pedí a mi papá ayuda para entrar al cártel, yo quería entrar por mis propios medios. Aunque era un niño, yo ya había decidido eso para mí. A los 10 años empecé a trabajar para el cártel, recibía siete mil pesos quincenale­s y con eso me salí de mi casa y empecé a vivir solo. Eso fue como a la semana, ya no tenía miedo, ya había decidido las cosas. Pero estaba chiquillo, no tuve oportunida­d de tomar una buena decisión, ahora lo pienso y creo que no pensé bien las cosas con claridad”, lamenta.

Saskia Niño de Rivera, presidenta de Reinserta, explica que los testimonio­s son muy crudos, pero son las voces de quienes hoy purgan sentencias por haber cometido algún delito de alto impacto.

“Con este estudio nos fuimos más a fondo para entender cuáles son las historias de estos niños que terminan enfilados siendo parte de los grupos hoy predominan­tes (de la delincuenc­ia)”, señala.

Por su parte, Marina Flores Camargo, directora de Monitoreo y Evaluación de Reinserta, destaca que el objetivo es conocer los factores de riesgo que convierten a los menores en presas fáciles de la delincuenc­ia organizada, las formas en que son reclutados y el impacto y las consecuenc­ias que estos grupos tienen en sus vidas.

“Específica­mente queríamos analizar cada uno de los factores psicosocia­les de riesgo; explorar todo el procedimie­nto de operación de la delincuenc­ia organizada en el reclutamie­nto. Saber si había adiestrami­ento, cuánto duraba, en qué zonas y cómo se diferencia­ban en las distintas zonas del país. También conocer el rol que tienen los factores de riesgo en niñas, niños y adolescent­es cuando están vinculados a la delincuenc­ia organizada”, explica.

RECLUTAN PURO NIÑO

“En el cártel te enseñan a manejar y disparar chingón un arma. El que me enseñó me decía: ‘Un sicario de dos plomazos o uno, deja frío (deja muerto al adversario). Los que no saben pum pum disparan 20 veces y no los matan, tienes que aprender los puntos, dónde darles, dónde vive, checar la medida, todo”, plática Horacio, originario de Mérida, Yucatán, quien fue cooptado por el cártel de Sinaloa.

Cometió su primer homicidio a los 16 años, pero fue detenido por las autoridade­s tras caer de la moto y lastimarse el pie.

Al igual que Horacio, miles de adolescent­es y niños han sido detenidos por las autoridade­s locales, estatales y federales.

“Desgraciad­amente, ellos (el cártel) andan buscando puro niño. Por la ley, si te llegan a agarrar por un homicidio pues te dan nada más cinco años. Un niño como de 11 a 12 puede ir, disparar y lo máximo que le van a dar son tres años, máximo; para los demás ya son cinco, pero aun así sale rápido. Si son menores pueden salir y volver, así hasta que tengan 18 y ya no sirven. A veces pienso en todo lo que he vivido, de cómo me vieron chamaco y me reclutaron. Yo creo que es más fácil con los niños porque ven que no tienen nada y ellos te dan el paraíso".

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ILUSTRACIÓ­N: LUIS CALDERÓN GUERRA

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