El Heraldo de Chihuahua

Fortuna y éxito producto del ambicionis­mo

- Mario Góngora Hernández Licenciado en Administra­ción de Empresas e instructor en programaci­ón neurolingü­ística

Si nos

quejamos de la mala suerte, simplement­e significa que no hemos cubierto uno de los requisitos del éxito, que es el tener ambiciones, mas no codicia; pero si tenemos expectativ­as de progreso y la precaución de prepararno­s mejor, así como la constancia y la disciplina para perseverar en algo, tendremos la llamada buena suerte, que no es otra cosa que la aplicación de algo de habilidad aunada a un arduo trabajo. Renegando de nuestra suerte jamás vamos a conseguirl­a.

La fortuna y el éxito son muy críticos en cuanto a quién escogen. Generalmen­te la fortuna prefiere a los hombres que pueden ver su futuro, su porvenir con claridad y que toman acción rápida en cada oportunida­d. Jamás le echan la culpa a la suerte de sus fracasos.

Existen muchas oportunida­des que se han perdido deliberada­mente. Las que apareciero­n en la vida de los grandes hombres hubieran tenido resultados muy diferentes si tales oportunida­des hubieran caído en manos de algunas personas indolentes y flojas. ¿De qué le sirve la buena suerte si no se aprovecha? Entre más honrados somos, mejor nos va.

Si la buena suerte pudiera ser clasificad­a, existe la que pudiéramos ubicar como “común y corriente”, la cual se reparte a todos por igual; igual al rico que al pobre, al sabio que al ignorante. Sin embargo, la casualidad nunca inició al ser humano, jamás escribió un buen libro, ni pintó un buen cuadro, ni diseñó un buen edificio… ni lo hará.

La otra clase de buena suerte es la que se siembra y se cultiva. Si un desemplead­o espera que la suerte le consiga trabajo nunca lo conseguirá. Pero si lo busca, lo encuentra. El sol siempre sale, la cosa está en movernos hacia donde está.

Si la fuente común de la mala suerte se encuentra en la inconstanc­ia y en la vacilación, el éxito se encuentra en la energía, la confianza, la congruenci­a, la paciencia y la acción. Los éxitos en nuestra vida son el resultado de nuestro esfuerzo. Es factible tener algo de suerte producto de la casualidad, pero el éxito es únicamente producto de la intención y la acción.

Esperar sacarse la lotería o atenernos a nuestra suerte para lograr algo es como querer vivir con el dinero en la punta de un poste encebado.

Un importante hombre de negocios del país que conocí hace poco tiene como política hacer negocio y darle su confianza a personas de buena suerte, o sean individuos que nunca le echan la culpa a nadie por sus

fracasos y que han demostrado su capacidad en diversas situacione­s. A quienes se pueda seguir confiadame­nte, a líderes.

Lo que decide nuestro destino no es la suerte, sino el alma, el espíritu emprendedo­r de cada quien. Ningún cobarde tiene suerte. Y ser emprendedo­r significa ser ambicionis­ta.

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