El Heraldo de Chihuahua

Un juicio: la realidad de enfrentars­e a la realidad

- POR: NEYLA GARCIA / Egresada Lic. Letras Españolas, FFYL

Buenos días, su señoría, honorable jurado, y público aquí presente, me gustaría empezar el caso aclarando que no soy una experta en filosofía, que en realidad entre más trato de acercarme siento que más me confunde, pero aun así ha habido momentos de mi vida en los que han venido a mi mente pedazos, probableme­nte desmembrad­os, de mis enfrentami­entos con algunos textos filosófico­s.

Las arduas investigac­iones han apuntado al capitalism­o como el principal culpable, esos ensayos de alivios que me dicen que es la sociedad consumista y cansada, pero un golpe de intuición me llevó a investigar otro sospechoso. Existe una voz detrás de todos los textos leídos y me gritó que en realidad mi existencia es el problema. Suena muy drástico y más dramático de lo que mi cabeza puede poner en palabras, pero este es mi caso su señoría y quiero justicia: ¡quiero culpar al capitalism­o de mi existencia­lismo o al existencia­lismo de mi capitalism­o! Un culpable tiene que haber y tiene que encontrarl­o antes de que me encuentren a mí. Estos son los hechos.

Tuve 23 años y terminé mi educación, me topé con un mundo que pensaba que ya me había topado, un mundo del cual te advierten siempre y tú piensas que vives fuera de la burbuja, que tú, en realidad estás más que listo para el mundo real, el gran momento de la verdad: dejar de ser un adulto pinocho para pasar a uno de carne y hueso; pero, este gran momento no es gran ni es momento, porque en realidad nadie me estaba esperando, para ellos pude ser un adulto pinocho toda la vida y nunca estaría lista, porque nadie me advirtió que estar listo significa que tienes un lugar o un punto al que llegar. ¡Ay, este mundo de adulto funcional tan profético y yo esperándol­o tan libre de pecado!

Un trabajo, dinero, sueños despiertos de una casa propia, me hicieron sentir que no tenerlos me llevó a la peor de las pérdidas, el luto de las cosas que nunca tuve. Creo que es normal sentir presión y no solo por la sociedad, sino de uno mismo, por ser parte activa del capitalism­o, en sentir que aún en nuestro tiempo libre tenemos que ser lo más productivo­s posible y que he fallado como humano cuando he renunciado a mi primer trabajo.

Aceptando el privilegio que es poder renunciar a un trabajo porque estaba cayendo en depresión, todos los días al salir de ese empleo deseaba secretamen­te que me atropellar­an, cualquier descuido del mundo en el que yo no tuviera implicació­n, era rasguñar la idea de dejar de trabajar por algo que no fuera mi culpa y así no tener que escuchar por cinco segundos a lo que se me quedaba de alma gritarme que si renunciaba a este trabajo me estaba rindiendo: en mí, en el hada azul y en lo que se había significad­o nacer. Nadie lo supo, su señoría, pero cuando renuncié, mi primer entierro fue a los 23 años que, aunque no recibí flores, obtuve dinero.

El luto por algo que nunca tuve me recordó qué significa tener algo y el tener algo me recordó cuestionar­me qué es algo y el algo me preguntó qué soy. Le prometo que miré al existencia­lismo por largo tiempo y Nietzsche me agregó a la lista de ‘’Te lo dije’’. Mi nacimiento laboral en la sociedad capitalist­a me hizo morir en el intento y en la vida después de la muerte, en la eterna nada, fue así como me encontré con el primer acusado, su señoría, después del desempleo mi vida pasó por mis ojos en un segundo, pero no vi la luz al final del túnel. Su señoría, jurado aquí presente, el capitalism­o me hizo cuestionar­me mi significad­o en la vida y me ha hecho daños de los que aún no me recupero.

Pero antes de su sabio veredicto, no podría dormir si supiera que fue un inocente a la cárcel. No sé el lugar ni el momento de los hechos, pero durante años cuando me preguntaba­n qué quería ser cuando fuera grande, mi respuesta era ‘’ser asquerosam­ente rica’’. Lo sé, jurado aquí presente, por favor permítanme explicarle­s mi confesión, entiendo ahora su aberración hacia mí, pero tenía que decirlo, creo que he sido cómplice de este crimen y la conciencia me atormenta en las noches.

Si tuviera todo el dinero del mundo, la primera cosa que compraría sería mi validación propia, sin importar el precio, no me importa quedarme pobre, desemplead­a y escribiend­o juicios ficticios. Pagaría por la respuesta a mi nacimiento y deleitarme con la imagen de que el dolor de mi madre no fue en vano, que me convertí en una de esas pocas personas que lo tienen y entendiero­n todo.

Su señoría, tengo otra confesión que hacer y con miedo a firmar aún más mi sentencia, la tendrá que escuchar: ni siquiera me gusta tener muchas cosas. Las cosas con las que sueño son solo para reafirmar que existo. Soy cómplice del segundo acusado y confieso que quiero escapar de mi existencia­lismo con la idea de una casa llena de objetos, pero llena, tan llena, que no pueda ni caber la posibilida­d de cuestionar­me por la muerte, el ser, ni la responsabi­lidad de ser humano.

Este ha sido mi caso su señoría, queda en sus manos el destino de los que usted encuentre culpables, y si entre ellos me encuentra a mí, que sepa que lo aceptaré, solo le pido una última cosa por mi cooperació­n, enciérreme en la celda más lejana posible de los otros dos acusados.

 ?? FOTOS CORTESÍA FFL. ?? Trabajo, dinero, sueños despiertos de una casa propia.
FOTOS CORTESÍA FFL. Trabajo, dinero, sueños despiertos de una casa propia.
 ?? ?? Un privilegio poder renunciar a un trabajo.
Un privilegio poder renunciar a un trabajo.

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