Felicidad y sufrimiento
Queremos ser felices. Tenemos miedo de no llegar a serlo. Sobre todo, sentimos angustia ante lo que vemos como el gran enemigo de la felicidad: el sufrimiento.
Por eso, en nuestro camino hacia la felicidad, buscamos cómo apartar el sufrimiento, cómo paliar los diversos dolores que van llegando.
Habrá quien diga que no tiene sentido “perder” la felicidad que está ahora en nuestras manos por culpa del miedo a un sufrimiento futuro que quizá nunca llegue.
Epicuro, entre otros, intentaron apartarnos de miedos considerados como inconsistentes, pues impedirían aprovechar la felicidad asequible en lo que ahora nos ofrece el presente.
Pero ni los consejos de la filosofía, ni los apoyos de buenos psicólogos, ni medicinas que alivian ciertos sufrimientos físicos o mentales, son suficientes para superar ese gran enigma del dolor humano.
Porque nuestra felicidad queda disminuida no sólo cuando perdemos la salud, o el trabajo, o la fama, sino también cuando vemos sufrir a un ser querido, cuando constatamos la angustia de personas cercanas o lejanas que padecen injusticias y dramas que parecen interminables.
A pesar de tantos sufrimientos, el deseo de felicidad nos lleva a buscar caminos para paliar penas, para orientar el deseo a lo posible y bueno, para crecer en la vocación que nos caracteriza: la de amor.
En la búsqueda de la felicidad, encontramos una ayuda singular, decisiva, en el mensaje de Cristo. Con su humildad, nos enseñó que hay vida, bienaventuranza, incluso en medio de sufrimientos incomprensibles. (catholic.net)