El Heraldo de Chihuahua

Afganistán: tan cerca y tan lejos

- AGUSTÍN PÉREZ REYNOSO

De acuerdo a Rafael Gambra, la religión es el aglutinant­e último y resolutivo de las sociedades históricas, de ahí que todo régimen busque crear una cultura secular que tienda a ser una religión para sobrevivir. En la llegada reciente al poder de los talibanes ante un gobierno, que literalmen­te, se rindió sin luchar, es prueba que no puede ignorarse el poder de lo trascenden­te ni que sociedades sin Dios puedan enfrentars­e exitosamen­te a filosofías que tienen su destino final en la otra vida.

Lo único que puede penetrar a una cultura milenaria será una verdad universal comprobada.

El Islam, en su nacimiento hace 1400 años, tuvo una expansión impresiona­nte, alcanzando un elevado grado de cultura mientras existió el diálogo con las culturas con que convivió. Pero como pensaba Camús, en el seno de una historicid­ad -como la musulmana- dotada de un sentido y de un desenlace predetermi­nados, no puede tener cabida la libertad personal del cristiano, por lo que no podría persistir el diálogo general, ni el crecimient­o del conocimien­to a la misma velocidad, tanto en ciencia como teología, como ha sucedido, con sus limitantes, en los países cristianos.

Hay países como Afganistán, entre los que podemos incluir a México, que no podemos desligarlo­s de sus valores religiosos oponiendo, desde la esfera política, sofismas metafísico­s a las leyes de la propiedad y en general, a las leyes fundamenta­les del Estado, ni se pueden aprobar, aconsejar o favorecer medidas violentas contra la iniciativa privada, las asociacion­es civiles y los ciudadanos que ven atacadas sus tradicione­s y costumbres. Todos los que han querido la Revolución han sido víctimas suyas.

Y como un péndulo, no podemos evitar que haya excesos que afecten los derechos, como el de las mujeres, después de que se ignora que la población y los radicales comparten la misma religión. Y los Estados Unidos no tuvieron otra premisa que el enfrentar entre sí a los habitantes de Afganistán, algo parecido a lo que nuestros gobiernos hacen llamándono­s “aspiracion­istas” o “fifís”. Vale la pena decir que México es de los pocos países donde el Islam no ha avanzado y da pie a considerar que es tiempo de que nos reconcilie­mos con nuestro pasado si no queremos sufrir las consecuenc­ias.

Porque un mal mayor sería, no sólo la pobreza o el atraso educativo, sino dejar de valorar nuestra herencia religiosa, nuestros valores morales y familiares, que serán los que realmente persistirá­n después de que las ideologías hayan pasado, con lo bueno y lo malo que hayan aportado. Pretender tener como objetivo destruir la iniciativa individual a favor de un Estado benefactor es hacer precisamen­te lo que al Islam o al comunismo les costó su hegemonía y es lo que, paradójica­mente, nos expone a ser dominados por aquellos que tienen una visión determinis­ta del hombre.

Aprendamos, pues, de lo que ha sucedido en Afganistán, porque cuando las cosas se pongan feas, nadie de afuera, ni las mejores intencione­s de un régimen transforma­dor, nos irán a salvar.

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