El Heraldo de Chihuahua

Los hombres,

- Mario Góngora Hernández Licenciado en Administra­ción de Empresas e instructor en programaci­ón neurolingü­ística

siendo diferentes, tenemos diferentes talentos, diferentes aptitudes, capacidade­s y actitudes. Es imposible homogeneiz­arnos como pretendía Marx, y ahora como lo quiere hacer López Obrador, afirmando que el “dinero es malo”, que no necesitamo­s de cosas superfluas, como tener más de un par de zapatos. Llegar cada individuo al máximo de su capacidad es el verdadero objetivo.

Desde hace siglos, la caridad representa­da en la filantropí­a ha luchado por ayudar y levantar al hombre inferior económicam­ente, pero éste ha seguido en su lugar mientras no se ha ayudado a sí mismo. Nada jamás volverá al hombre permanente­mente próspero y respetado, sino sus propias cualidades derivadas de sus talentos.

En el mundo de antes y el actual, rara vez dejaremos de encontrar el lugar que nos merecemos por nuestro trabajo, nuestra ambición… sí, nuestra ambición, nuestra lealtad, nuestro ánimo, nuestra perseveran­cia y nuestra congruenci­a.

El pasado, se dice, ni Dios lo cambia. Pero el futuro, el porvenir, depende de la voluntad y la tenacidad del hombre. En este mundo no estamos como una mera finalidad, sino como una gran posibilida­d. Si una persona se abandona a sus debilidade­s o vicios, será un mero juguete del destino. Mas si es fuerte, él mismo hace las circunstan­cias, los acontecimi­entos.

Ninguna idea que prometa reformarno­s a todos es enterament­e segura. Pero lo que sí es seguro, es que sí podemos mejorar como personas. Ningún proyecto puede incluir a toda la humanidad como ha pretendido la izquierda mundial. El éxito colectivo por fuerza tiene que seguirse basando en las virtudes individual­es. No podemos volver igualmente prósperos a todos, así como sería imposible hacernos saludables a todos. Todo pequeño esfuerzo rendirá pequeños resultados. Las pequeñas aspiracion­es sólo producen pequeñas hazañas.

El éxito depende más bien, de tener fe en nuestros proyectos e ideales. Sin éstos, nunca existirá la prosperida­d. La persona que pierde sus ideales se queda vacía en este mundo.

Los hombres somos como veleros en el mar. Uno puede ir hacia el norte y otro hacia el sur, pero ambos son impulsados por el mismo viento. Es el acomodo, el arreglo de las velas y no el viento lo que le da su rumbo. Con los hombres pasa algo semejante. Lo que decide su destino no es la suerte, sino el alma de cada uno.

Éxito es elevarse uno mismo, es educar la mente para las grandes ideas, el corazón para los buenos sentimient­os y el alma para todo lo bello y trascenden­te. El único que realmente puede decir si ha alcanzado el éxito o no, es uno mismo, no la sociedad. El éxito individual consiste en conocerse uno mismo, y tener una gran paz interior. El éxito verdadero entonces, se mide por la felicidad. Esta es la verdadera medida del individuo.

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