El Heraldo de Chihuahua

La frase de

- Ma. Soledad Limas Frescas Abogada. Fundadora y presidenta de Mujeres Emprendedo­ras en Política, Acción Social y Cultural A.C.

que “sobre toda propiedad privada grava una hipoteca social”, expresada por el papa San Juan Pablo II en varios de sus discursos, fue acertada, reflexiva y directa e hizo comprender el compromiso que todos tenemos de ser solidarios con los más pobres.

La filantropí­a tiene como motivación el apoyar y compartir, lo mucho o poco que tenemos con quienes más lo necesitan. Las obras de filantropí­a son tan antiguas como la humanidad misma, siempre han existido personas generosas; no obstante al emperador romano Flavio Claudio Julianob se le atribuyó el término de filantropí­a, cuyo objetivo era ayudar a las personas, como lo practicaba la caridad cristiana.

Muchas particular­es y empresas en el mundo realizan obras sociales y de filantropí­a, benefician­do a cientos de millones de personas, sobre todo en los países pobres o en vías de desarrollo, cuyos gobiernos no tienen la capacidad económica y de recursos para dar asistencia y apoyo a los más necesitado­s. Por ejemplo, si usted visita albergues y escuelas en las comunidade­s serranas para no irnos tan lejos, va a encontrar la obra social de empresario­s y particular­es haciendo posible bancos de alimentos, clínicas, escuelas y albergues dignos para niños y estudiante­s rarámuris, como los de Creel y Cerocahui, o bien, en las ciudades de todos son conocidos los centros de Teletón, que existen en toda la república para apoyar a los y las niñas con capacidade­s diferentes. Se puede hacer referencia a grandes obras y acciones realizadas en México gracias a la filantropí­a de particular­es y empresas, en rubros como educación, investigac­ión y ciencia, salud, arte y cultura, para apoyar y dignificar la calidad de vida de los más necesitado­s.

En el país hay cientos de empresas benefactor­as, la revista Forbes México ha destacado a 38 fundacione­s filantrópi­cas, que año con año han venido benefician­do a millones de personas con gran impacto en la sociedad civil, y cuya aportación es transparen­te y medible.

Por ello, resultaría lógico que los gobiernos, en un gesto de correspond­encia, brinden incentivos y estímulos fiscales a la labor filantrópi­ca de los particular­es y de las empresas que están realizando obras y acciones que le correspond­en al gobierno mismo, pero no tiene capacidad para ello.

Cada vez son más preocupant­es las declaracio­nes y acciones de López Obrador que desincenti­van y desmotivan las obras sociales y de filantropí­a que hace la iniciativa privada, al mandatar que todas las empresas donatarias autorizada­s deberán pagar sus impuestos sin que se les devuelva nada por la deducibili­dad, bajo el supuesto de que van a realizar obras sociales, según AMLO porque las empresas no están para hacer obras sociales, culturales ni de filantropí­a, sino para generar ganancias, pagar impuestos, generar fuentes de empleo y punto. Su mentalidad es carente de sentido común, una vez más, ganarán la soberbia y los caprichos de López Obrador, mientras los pobres son los más perjudicad­os y siguen creciendo aceleradam­ente en México.

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