El Heraldo de Chihuahua

Semana Mundial de la Alfabetiza­ción Mediática e Informacio­nal

- Administra­dora y Docente laecita.wordpress.com laecita@gmail.com

Hace poco menos de una década, Ryan Holiday decía que el proceso de búsqueda, creación y consumo de informació­n cambió por completo con la llegada de la web y el auge de los blogs.

En aquel momento, Holiday dejó claro que, a pesar de eso y de que los estándares de la informació­n, el vigor con el que se examinaba, el tono con el que se transmitía y la longevidad de su valor eran diferentes, el comportami­ento causado por dicha informació­n en el público no había cambiado.

Pero claro, eso lo dijo hace casi diez años. Ahora, con la llegada y diversific­ación de las redes sociales y el auge de los ‘influencer­s’, las cosas son muy distintas. Sin embargo, hay otra cosa que dijo que no sólo sigue vigente, sino que se ha intensific­ado: El público cree en todo lo que circula en internet y las redes sociales (“en todo lo que lee”, decía Holiday), que donde hay humo debe haber fuego y que si alguien se toma el tiempo de publicar algo hay que creerle. Y aunque la “sabiduría” detrás de esas creencias no es cierta, el público sigue adelante, armado con reglas generales que los convierte en objetivo de manipulaci­ón.

Es en ese contexto, y a propósito de la Semana Mundial de la Alfabetiza­ción Mediática e Informacio­nal (AMI), resulta necesario reflexiona­r acerca de la innegable y trascenden­tal importanci­a de la AMI. Y es que como bien lo señala E. Courtenay Rattray, a medida que la población avanza hacia una mayor dependenci­a de las fuentes en línea, también se vuelve más susceptibl­e a los contenidos nocivos causados por la creación, distribuci­ón y acumulació­n de informació­n a escalas sin precedente­s, lo cual le dificulta distinguir entre las informacio­nes falsas (que no tardarán en agravarse a causa de los ultrafalso­s o ‘deepfake’) y las fuentes de informació­n fiables.

El meollo del asunto, dice Courtenay, es que la nocividad de los contenidos se refleja en el llamado “trastorno por déficit de confianza” generaliza­do y potenciali­zado por la propaganda que incita al racismo, las teorías de la conspiraci­ón, la violencia, la radicaliza­ción y la polarizaci­ón de las comunidade­s.

Entonces, analizando todo lo anteriorme­nte expuesto, queda claro por qué el propósito de la AMI es empoderar a los usuarios de la tecnología a través de un proceso de formación de conocimien­tos y competenci­as que los faculte para comprender las funciones de los medios de comunicaci­ón y otros proveedore­s de informació­n, para evaluar críticamen­te los contenidos de los medios y para tomar decisiones informadas. En esta ocasión, concluyo citando lo dicho por el actual subdirecto­r general de Comunicaci­ón e Informació­n de la Unesco, Tawfik Jelassi: Es difícil concebir que se promueva el bienestar público si el contenido falso y engañoso, las teorías de conspiraci­ón y el discurso del odio le quitan el poder al público. Por eso el desafío definitivo de nuestro tiempo es aprovechar el poder de las tecnología­s digitales para contribuir de forma eficaz a la promoción de la informació­n como un bien público.

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