Los hijos grandes de los padres viudos
“Recordad esto, vosotros los indispensables: quinientas personas pueden tomar tu puesto o el mío en cualquier momento” Rudyard Kipling
Difícil año este 2021 en todos los aspectos, empero el próximo será peor. La sociedad pierde cohesión, el oportunismo se encuentra en su apogeo, la economía se desintegra, la nación navega sin rumbo y la educación de las nuevas generaciones naufraga ante el consumismo y la excesiva publicidad que aturde a los jóvenes. Los viejos se han convertido en un estorbo o en cajeros automáticos de los hijos grandes. En días pasados vi la película “El gran Torino”, cuyo tema me conmovió, los hijos y los nietos tenían abandonado al “viejo” y sólo pensaban y discutían sobre el testamento de Kowalski (Clint Eastwood). Él estaba muy enfermo, amargado y solitario. Al fallecer, no dejó nada a sus hijos y nietos.
Los hijos grandes tienen sus familias, sus bienes, su trabajo y repentinamente su padre queda viudo. Es entonces que recuerdan que tienen “al viejo” y que todo lo que éste posee es de ellos. Sin embargo, si por alguna circunstancia, el “viejo” se enamora y se entiende con una mujer, y se casa o se juntan, explota todo el egoísmo y la codicia por los pocos o muchos bienes que son del padre y sólo de él. Consideran a la pareja como un ser despreciable que por interés se unió “al abandonado”, por lo que la consideran como cazafortunas o, bien que los despojará de lo que consideran “suyo”. Sienten que su espacio les es expropiado, y manifiestan su rencor contra el ser que voluntariamente determinó como compañera su padre.
Si el “viejo” no tiene bienes, vive arrimado, o en casa de renta, no habrá ningún pronunciamiento por parte de los hijos grandes, no pasa nada. Pero, si hay algo de dinerito, los insultos llegan en tropel al padre: es un imbécil, que compra afecto y que una mujer sin escrúpulos lo dejará en la calle. Los epítetos llueven al “viejo” y a su pareja, porque los quieren despojar de lo que consideran suyo. No y mil veces no, si algo tiene el “viejo” le costó a él y le pertenece, a nadie más, como el gran Torino de Kowalski, que lo ambicionaba una de sus nietas. Al padre o a la madre se les debe honrar, alimentarlos en su ancianidad, no ocupar el lugar de ellos en la vida, hablarles de manera respetuosa y humanitaria. Los viejos no esperan que sus hijos les ayuden, sino ellos deben estar atentos de su salud y su bienestar. Todo ser humano tiene derecho a luchar en su vida y a amar al prójimo, no a ser las víctimas de su propia familia.
Si el “viejo” no tiene bienes, vive arrimado, o en casa de renta, no habrá ningún pronunciamiento por parte de los hijos grandes, no pasa nada