El Heraldo de Chihuahua

Los hijos grandes de los padres viudos

“Recordad esto, vosotros los indispensa­bles: quinientas personas pueden tomar tu puesto o el mío en cualquier momento” Rudyard Kipling

- Sergio Armendáriz R. Profesor e historiado­r

Difícil año este 2021 en todos los aspectos, empero el próximo será peor. La sociedad pierde cohesión, el oportunism­o se encuentra en su apogeo, la economía se desintegra, la nación navega sin rumbo y la educación de las nuevas generacion­es naufraga ante el consumismo y la excesiva publicidad que aturde a los jóvenes. Los viejos se han convertido en un estorbo o en cajeros automático­s de los hijos grandes. En días pasados vi la película “El gran Torino”, cuyo tema me conmovió, los hijos y los nietos tenían abandonado al “viejo” y sólo pensaban y discutían sobre el testamento de Kowalski (Clint Eastwood). Él estaba muy enfermo, amargado y solitario. Al fallecer, no dejó nada a sus hijos y nietos.

Los hijos grandes tienen sus familias, sus bienes, su trabajo y repentinam­ente su padre queda viudo. Es entonces que recuerdan que tienen “al viejo” y que todo lo que éste posee es de ellos. Sin embargo, si por alguna circunstan­cia, el “viejo” se enamora y se entiende con una mujer, y se casa o se juntan, explota todo el egoísmo y la codicia por los pocos o muchos bienes que son del padre y sólo de él. Consideran a la pareja como un ser despreciab­le que por interés se unió “al abandonado”, por lo que la consideran como cazafortun­as o, bien que los despojará de lo que consideran “suyo”. Sienten que su espacio les es expropiado, y manifiesta­n su rencor contra el ser que voluntaria­mente determinó como compañera su padre.

Si el “viejo” no tiene bienes, vive arrimado, o en casa de renta, no habrá ningún pronunciam­iento por parte de los hijos grandes, no pasa nada. Pero, si hay algo de dinerito, los insultos llegan en tropel al padre: es un imbécil, que compra afecto y que una mujer sin escrúpulos lo dejará en la calle. Los epítetos llueven al “viejo” y a su pareja, porque los quieren despojar de lo que consideran suyo. No y mil veces no, si algo tiene el “viejo” le costó a él y le pertenece, a nadie más, como el gran Torino de Kowalski, que lo ambicionab­a una de sus nietas. Al padre o a la madre se les debe honrar, alimentarl­os en su ancianidad, no ocupar el lugar de ellos en la vida, hablarles de manera respetuosa y humanitari­a. Los viejos no esperan que sus hijos les ayuden, sino ellos deben estar atentos de su salud y su bienestar. Todo ser humano tiene derecho a luchar en su vida y a amar al prójimo, no a ser las víctimas de su propia familia.

Si el “viejo” no tiene bienes, vive arrimado, o en casa de renta, no habrá ningún pronunciam­iento por parte de los hijos grandes, no pasa nada

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