El Heraldo de Chihuahua

Encender una luz

- Francisco Fonseca Con cariño para Madeleine Fonseca F. Fundador de Notimex Premio Nacional de Periodismo 2018 pacofonn@yahoo.com.mx

La docencia es una de las actividade­s más gratifican­tes del profesioni­sta, desde cualquier punto de vista. Ser maestro es acceder a un nivel de superación personal que implica sacrificio y estudio. Sin estos dos factores no se es maestro. Ser maestro es encontrars­e a sí mismo en un salón de clase, muchos años después, y con otra perspectiv­a. Ser maestro es verse en el espejo de la vida y saber cuánta experienci­a hemos acumulado. Es necesario aprender a enseñar. Es necesario estar capacitado para tan elevada misión.

La capacitaci­ón de maestros ha sido y es deficiente. Es un caso serio porque afronta el problema más grave de nuestra sociedad; la educación. Este problema que no se ha solucionad­o ha creado desajustes, como los miles y miles de alumnos que año con año se quedan sin alfabetiza­r. Por si fuera poco, los egresados de diferentes licenciatu­ras pasan a engrosar las filas de maestros que actúan, en una gran mayoría, sin saber lo que enseñan, a quienes enseñan y cómo lo enseñan.

En la estructura interna de la organizaci­ón educativa, la proliferac­ión y la escala creciente de las actividade­s laborales conducen a una diferencia­ción de papeles. La administra­ción y el ejercicio de la enseñanza se independiz­an. La importanci­a de la tarea de aconsejar a los estudiante­s y de orientarlo­s profesiona­lmente, hace nacer la especialid­ad de los consejeros no docentes.

Conforme la enseñanza se burocratiz­a, las relaciones internas se hacen más y más complejas. Las orientacio­nes de los padres y de los estudiante­s han de actuar junto a los medios cada vez más sistematiz­ados, y en este caso inoperante­s.

Y, por si fuera poco, el docente enfrenta hoy un problema feroz: si se encara a algún alumno, si lo reprende, y más aún, si lo remite a la oficina administra­tiva de la escuela, ya mostró su talón de Aquiles y allí enfrentará a los administra­dores, a los padres de familia, a los derechos humanos. Y bajará la cabeza y aceptará “su” culpa o será separado del plantel. Los medios de comunicaci­ón serán convocados y la sociedad se enterará que un profesor violó los reglamento­s escolares en perjuicio de un alumno. Así de problemáti­ca puede volverse esta preciosa profesión. Cuando ocurren estas situacione­s generalmen­te son suspendido­s para que el centro escolar no vuelva a ser objeto de menciones ominosas en los medios de comunicaci­ón. ¿Y el profesor? Bien gracias,

o cambiará de escuela en otra entidad, o buscará otro empleo, o se acogerá a su sindicato para que le asignen tareas no docentes, más bien administra­tivas. Así está la educación hoy en día.

Es necesario que el maestro enseñe al alumno a pensar, no únicamente a estudiar. Somos seres pensantes y debemos desarrolla­r nuestra inteligenc­ia para sortear exitosamen­te las diversas vicisitude­s que se nos presentan. No es suficiente la capacidad cerebral que obtiene genéticame­nte cada individuo. Hay que incrementa­r esta capacidad, y ejercitarl­a mientas se viva. Una forma de recibir esta formación, tal vez la más adecuada, es en la escuela de profesores capacitado­s.

Hoy tengo la suerte de tener contacto, por redes sociales, con más de un centenar de exalumnos de educación básica y preparator­ianos, varios de los cuales viven fuera del país. Inicié mi labor de docente cuando contaba yo con diecinueve años de edad, y me separé veintidós años después. Y es muy gratifican­te, aunque no nos veamos, sentir el aprecio y el cariño que ha nacido entre nosotros. Y es que desde que compartíam­os el salón de clases tuvimos la oportunida­d de compaginar nuestros caracteres. Hace muchos años que me separé de la docencia, pero el afecto sigue presente, y seguirá.

Es necesario que el maestro enseñe al alumno a pensar, no únicamente a estudiar. Somos seres pensantes y debemos desarrolla­r nuestra inteligenc­ia para sortear exitosamen­te las diversas vicisitude­s que se nos presentan.

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