Poder de mercado
Hace tiempo escuché a un alto funcionario de la empresa Cementos de Chihuahua decir “no importa quién gane las elecciones para gobernador, nosotros de todas formas les vamos a vender todo el cemento”. En ese entonces no sabía por qué lo decía, ahora sí. Tiene poder sustancial de mercado; nunca habrá, bajo el régimen actual, otra empresa que le compita aquí a excepción de Cementos de México con quienes tienen un acuerdo implícito (de conocimiento público) para repartirse el mercado. El 30 de noviembre se terminó el plazo para que el Comité de Evaluación entregue al C. Presidente una quinteta de nombres para que de ahí seleccione uno que ocupe el puesto vacante como consejero de la Cofece.
Este organismo autónomo descentralizado tiene la tarea de vigilar que exista libre competencia y concurrencia en los mercados en México; que no existan monopolios y se dé la plena transparencia de información; un mandato por Ley establecido en Art. 28 de la Constitución Política de México. El contexto se remonta al año 1992. México estaba en plena expansión de mercados y los procesos neoliberales experimentaban un auge inusitado. Grandes empresas con gran poder de mercado crecían en México. Sin embargo la idea de formalizar la Cofece se sustentó en hacer más eficiente el mercado, no en proteger a los pequeños emprendedores. Este organismo se basó en las enseñanzas teóricas de la escuela de economía de la universidad de Chicago que aducían finalmente al libre mercado a rajatabla, no a un mercado justo.
Se hizo la Ley y con ella toda clase de protección al gran empresariado, ya que resulta muy difícil demostrar el daño realizado por un gran consorcio a los pequeños empresarios.
Esta situación profundizó más la brecha entre ricos y pobres y con el tiempo fue tema para políticos y líderes sociales, no sin faltos de razón, ya que de cumplirse la misma no existirían empresas como Interceramic, tiendas Oxxo, unas pocas gaseras con tanto poder de mercado, por citar algunas. En su momento, el presidente también se quejaba furiosamente sobre el organismo, con tal virulencia que pareciese que le pondría arreglo a dicha situación. Esa persona que escoja tendrá entre sus primeros encargos combatir los decretos recientes emitidos por la presidencia para hacer de todas las obras y acciones de este sexenio asuntos de seguridad nacional, hasta una banqueta lo será.
La pregunta es: ¿Combatirá la o el nuevo consejero las disposiciones emitidas en los decretos por quien lo (a) propuso?, ¿combatirá efectivamente a las empresas con gran poder mercado? Al menos observo dos soluciones. La primera, cambiar el sentido de eficiencia de los mercados en la Ley y anteponer el sentido de justicia; el segundo, abrir los mercados sin tantas regulaciones que sólo pueden cumplir un puñado de empresas, por ejemplo, bolsas de valores regionales. Esperemos que estos cambios fructifiquen en la mejoría de todos los mexicanos y podamos iniciar un crecimiento más igualitario y plenamente competitivo.