El Heraldo de Chihuahua

Juan Zubía Aragón

- Profesor e historiado­r

Hace unos días falleció un buen amigo, Juan Zubía Aragón. Él siempre decía: ”No cabe duda, la vida es a todo dar”. “Entonces- le dije- quieres decir que la muerte es temible, pero ¿no has pensado que la Huesuda puede ser una buena amiga porque nos libera del tedio insoportab­le de vivir?”.

Juanito para nada deseaba la muerte, pero sabía que la naturaleza le enseñaría su momento y en tanto comprendió que la vida es mucho más difícil, mucho más importante, valiosa y rara ¿Tedio insoportab­le? Se preguntaba, y respondía: para qué si a todos nos va a cargar la amiga muerte ¡Lo que tenemos que aprender es a vivir, ese es el gran asunto! Y lo consiguió, vivió dignamente, con gran mesura y amor a sus semejantes.

Transitó en este mundo de manera sencilla, pero con sabiduría que le permitió desprender­se de parte del pasado y en el presente liberó tiempo y espacio para vivir. No vivió con el pasado a cuestas y lo que tuvo y perdió, las cosas que salieron mal, los amigos que lo decepciona­ron, los amores que no pudieron ser no lo aniquilaro­n. Entendió que una carga así roba mucho espacio al presente, tal vez aplicó que: “La felicidad consiste en tener buena salud y mala memoria”.

Juanito jamás evidenció rencores, supo perdonar al pasado y bordear las afrentas

recibidas y las calamidade­s sufridas, así como los propios errores que creyó haber cometido. Como creyente su consigna fue: “Para Dios no cuenta lo que has sido, sino lo que serás a partir de ahora”.

También como fan del rock and roll segurament­e escuchó y atendió a Los Beatles cuando cantaban: “La vida es muy breve y no hay tiempo para quejarse y pelearse” y por ello supo compartir con su familia, sus amigos y sus conocidos que había que evitar las tensiones en tanto fuentes de estrés y potencial enfermedad. Decía: “Qué caso tiene enojarse, para luego llevar la carga todo el día y para todos lados”.

Estamos tristes por la partida de Juanito porque la pérdida de un ser querido nos sumerge en un pesado letargo y pasividad, anulando nuestro presente. Pero él también nos enseñó que cuando el duelo por lo perdido se prolonga más allá de lo razonable, puede derivar en una depresión, la cual él no nos desearía.

Juanito vivió sus más de 70 años plenamente: Luchó por sus ideas, viajó, tuvo amigos, disfrutó a sus hijos, rio mucho y en ocasiones lloró. Práctico una rebeldía frente a la injusticia; una pasión ante sus compromiso­s y una libertad ganada a pulso. Su lucidez apoyó a muchos, siempre dispuesto a escuchar y a dar el consejo preciso sin caer en ningún exceso.

Por todo y esto y más puedo decir sin temor a equivocarm­e que:

Juanito está más vivo que yo

Juanito jamás evidenció rencores, supo perdonar al pasado y bordear las afrentas recibidas y las calamidade­s sufridas, así como los propios errores que creyó haber cometido. Como creyente su consigna fue: “Para Dios no cuenta lo que has sido, sino lo que serás a partir de ahora”.

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