El Heraldo de Chihuahua

En memoria

- Maestro en Finanzas y en Administra­ción de Recursos Humanos. Actualment­e presidente de la Asociación de Editoriali­stas de Chihuahua aruedam@hotmail.com

de don Óscar

Creo que no hay mayor prueba de amor que seguir a la persona amada hasta en la muerte; don Óscar, que tuvo el atrevimien­to de ser mi padre, tras la partida física de mi madre dejó pasar unos días para despedirse debidament­e de quien ahora escribe, asegurarse de que estábamos bien y alistarse para emprender el camino celestial y volver a estar al lado de quien por más de cinco décadas lo acompañó y que ahora no lo dejará jamás.

Dentro de las diversas cualidades que distinguie­ron a mi padre, una de ellas fue la de ser un gran amigo, su casa siempre fue un desfile de amistades que, bajo cualquier argumento, acudían a visitarlo, cuando no era para llevarle algún detalle era para jugar un rato dominó, echarse un cigarrito o una buena charla, siempre tuvo muy presente la importanci­a de lo que representa­ba la amistad, aspecto que le agradezco me heredara.

Don Óscar fue el mejor vendedor del mundo, desde su natal Puebla donde en su época de adolescent­e se dedicó al negocio textil al lado de mi abuelo, hasta estas tierras norteñas donde vendió de todo: abarrotes, comida, plumas, ropa y no me vendió a mí porque segurament­e no le llegaron al precio, nadie como él para esto del comercio.

Mi amigo Jorge Gutiérrez me comentó que la vida es un chiste y que como tal tiene que acabarse, después de contado el chiste habrá quien lo comprendió y lo disfrutó, habrá quienes no les gustó y también habrá quienes no le entendiero­n. El chiste que mi progenitor dejó perdurará en quienes lo recuerden con esa simpatía que lo caracteriz­ó. Bueno para cantar, chiflar y para mover las orejas. Conservo una fotografía que le dedicó su amigo el meritito José Alfredo Jiménez, con quien segurament­e pasó algunas tardes de bohemia en el México de los años 60.

La vida de una persona es una preparació­n para cuando llegue la muerte, todos

Mi amigo

Jorge Gutiérrez me comentó que la vida es un chiste y que como tal tiene que acabarse, después de contado el chiste habrá quien lo comprendió y lo disfrutó, habrá quienes no les gustó y también habrá quienes no le entendiero­n.

independie­ntemente del vehículo que tomemos, avión, coche, bicicleta y otros tantos caminando, llegaremos al mismo destino, lo importante aquí no es en qué lleguemos, sino cómo lleguemos, si con un equipaje muy pesado por nuestras acciones o con una maleta ligera, pero llena de alegría, bondad y buenas vibras.

Durante mucho tiempo experiment­é una inquietud al pensar en la muerte de mis padres, ¿cuándo llegará?, ¿de qué manera se presentará?; sufría yo más que ellos, hoy que ya no están físicament­e conmigo comprendí que es una circunstan­cia propia de la vida a la que no debemos temer, ya que no depende de nosotros y representa la mayor certeza que podamos tener.

Dentro de las obras universale­s hay varias historias que nos muestran un verdadero amor, Shakespear­e lo hizo a través de Romeo y Julieta; Cervantes nos presentó a la imaginaria Dulcinea del Toboso, gran amor del Ingenioso Hidalgo, y José Zorrilla nos regaló a don Juan Tenorio y su fiel amor por doña Inés; pero la historia real de amor que se queda en mi corazón es la protagoniz­ada por don Óscar y doña Meche, mis padres, que hoy se encuentran otra vez juntos y para siempre.

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